Escrito por: Opinión, Santiago Barcón Palomar

Y un poco más de “Por qué no ser ingeniero”

ingeniero

El artículo anterior sobre este tema recibió una gran cantidad de retroalimentación. Varias ideas surgieron de este intercambio con colegas… y más aún, sin duda aflorarán

Santiago Barcón Palomar

Ideas con Brío

Toqué una fibra muy sensible dentro del gremio. La frustración ante la falta de compensación económica adecuada, de reconocimiento a la labor realizada y premio al esfuerzo emprendido, comparado con otras profesiones, resulta patente entre mis colegas. Espero que, esta inquietud florezca y logremos mejores resultados; no constituye un deseo pleno de interés mezquino, lo requiere la sociedad.

Si México no crea cuadros ingeniereles el país padecerá desempleo crónico y las plazas generadas serán de ingresos bajos. Jeffrey Immelt, presidente de GE, lo explica claramente: “Los empleos de manufactura irán irremediablemente a los países con ingenieros, no a los de mano de obra barata ni a los que den incentivos fiscales o económicos. China gradúa cada año a 220 mil ingenieros, Estados Unidos (EU) la cuarta parte y México solo un 10 por ciento. Corea del Sur, que en 1960 era tres veces más pobre que nosotros, tiene el liderazgo al medirlo en per cápita y su ingreso actual, medido de la misma forma, el doble. Lo que nos lleva a que, contar con ingenieros ocasiona el mejor efecto multiplicador para la economía.

Tenemos el reto de conseguir mucho más, tanto en cantidad como en calidad, y actuar de manera proactiva. Un ejemplo que conozco de primera mano, el sector eléctrico de potencia en EU requerirá miles de ingenieros consultores y gran parte de los trabajos pueden llevarse a cabo desde nuestro territorio. Los coloquios y exposiciones en esta rama asemejan reuniones de celebración de 50 años de graduación universitaria. Estamos desperdiciando el bono demográfico, los jóvenes que deberían de empujar al país creando riqueza no lo están llevando a cabo. Pero las mamás mexicanas sueñan todavía con su ‘hijito doctor’, aunque acabe de visitador médico; o en contar en la familia con un abogado, que finalizará muy probablemente de tinterillo.

Electricidad

No solamente tuve comentarios de ingenieros, sino de otras profesiones que se identificaron también. Durante una entrevista para un semanario de negocios, la reportera que había leído con detenimiento el artículo, me comentó que lo mismo sucede a los miembros de su profesión y también, por ejemplo, a los músicos, pero reciben, sobre todo en el caso de estos últimos, el halago o aplauso del cliente; esto no acontece con los ingenieros.

Acabamos de vivir en los últimos meses ejemplos cercanos que ratifican el olvido de la población a la actividad ingenieril. Los huracanes que azotaron a Estados Unidos y a México requirieron de esfuerzos extraordinarios por parte de las empresas eléctricas, de gas y de agua, donde los ingenieros restauraron los principales servicios en tiempos sorprendentemente cortos; pero escasas líneas sobre el trabajo requerido, ahínco y dedicación sin tacha que los técnicos realizaron.

Los acontecimientos llevan a otra reflexión, las catástrofes demuestran plenamente el resultado de despreciar al consejo y advertencia de los ingenieros. Nueva Orleans representa el caso más notable: por décadas se advirtió que si las condiciones adecuadas se presentaban, acontecería exactamente como sucedió. Siempre hay una gota de agua que derrama el vaso y, en este caso, literalmente.

Las tragedias ocasionadas por errores ingenieriles se corrigen de inmediato. Ejemplos clásicos lo constituyen el crucero Titanic, donde después de hundirse, los diseños de los trasatlánticos y sus medidas de seguridad mejoraron extraordinariamente; o los reactores nucleares rusos que resultaron modificados después del accidente de Chernobyl y los otros diseños revisados a fondo.

Pero el caso de Nueva Orleans no constituye un error ingenieril, resultó de la negligencia de los políticos que jamás proporcionaron los fondos de inversión requeridos y lapidaron el erario público en otros proyectos, como estadios de fútbol profesional. Mostró a sí mismo un retrato de la cara más oscura de los Estados Unidos, ya que los diques tenían menor altura en los barrios pobres que en los de mayores ingresos. ¡Viva la democracia y el American way of life!… pero quizá más preocupante resulte el hecho de que, ningún medio informático masivo, sea prensa, radio o televisión, mencionó explícitamente este hecho.

electricidad

Los fenómenos naturales nos enfrentan a la fragilidad humana y de la infraestructura, pero cuando resultan recurrentes y el con daño repetitivo, ya constituye negligencia. A la ciudad de Miami en cada ocasión que lo azota un huracán, tarda días en restaurar el servicio eléctrico; si en lugar de instalaciones eléctricas aéreas tuviese subterráneas, otro sería el resultado. Aún en zonas de altísimo costo, como la avenida Brickell en el centro de la ciudad, los edificios de cara al mar cuentan con sistema de distribución eléctrica subterráneo y enfrente, a escasos veinte metros, permanece aéreo.

Claro, cuesta mucho más enterrar cables, pero se puede amortizar fácilmente en un período de diez a quince años, ya que no solo evita fallas de larga duración en desastres naturales, sino que el mantenimiento es menor y la continuidad mucho más alta. Y no podemos olvidar el impacto visual.

Lo que nos obliga a reflexionar que, tenemos una gran oportunidad para dotar a Cancún y Cozumel de una infraestructura resistente, moderna y agradable a la vista. Tan solo dejen a los ingenieros trabajar y dotémoslos de los recursos necesarios, en lugar de tirarlos en campañas políticas o mantener burócratas que solo estorban. La sociedad lo agradecerá.

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