Escrito por: EH 360°, Opinión, Santiago Barcón Palomar

¿Qué ha pasado con el club de Tobi en la ingeniería eléctrica?

ingeniero

A Rosita Esnarriaga, quien nos soportó por 4 años y que ahora, a 10 veces este periodo, sigue manteniendo unida a nuestra generación de ingeniería

Ideas con brío
Santiago Barcón Palomar
Especialista en Código de Red.

Los que llevamos décadas en el sector recordamos cuando las ingenierías -y en particular la eléctrica- eran un reducto reservado solo a los hombres. Los cambios son notables y, además, bienvenidos pero aún queda un largo trecho por recorrer.

Cuando inicié mis estudios de ingeniería, en 1975 en la Universidad Iberoamericana, la proporción de mujeres en ingeniería no llegaba al 5% y estoy usando memoria optimista. En el resto de las escuelas de educación superior, con las que tuve la oportunidad de convivir, los números no eran mejores: UNAM, IPN, ITESM, UAG, UdeG, UANL y tantas más resultaban zonas donde el género femenino tenía que usar toda su voluntad y personalidad para poder cumplir su anhelo profesional de ser ingeniero. De hecho uso el término ingeniero y no ingeniera, ya que ni se nos ocurría pensar que la profesión pudiese tener otro género.

Como en la historieta de La Pequeña Lulú, que por cierto leía con devoción y aún disfruto su relectura, el club del este donde Tobi Tapia -el niño regordete con sombrero de marino- era su fundador; su inseparable amigo, Tino, el presidente y ambos acompañados de Fito y Lalo -quien también fungía como tesorero- tenían muy claro cumplir con la regla cardinal: “No womens allowed”, no se aceptan mujeres.

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En la cabaña que utilizaban como sede el mensaje quedaba más que claro, pues estaba escrito en mayúsculas arriba de la puerta la total prohibición de aceptar miembros del género femenino. El término club de Tobi se convirtió en un sinónimo de reuniones donde solo los hombres son aceptados y la camaradería se basa en respetar, a rajatabla, este principio. De hecho las nuevas generaciones lo usan, sin saber su origen, al igual del mexicanísimo: “Ya le cayó el veinte”.

Las ingenieras no solo tenían que soportar, con un estoicismo admirable, las bromas de los compañeros -algunas de franco mal gusto- sino el desprecio de algunos de los maestros quienes se sentían agraviados por la presencia del sexo opuesto. En su particular visión del mundo esto no podía funcionar. Si ustedes platican con mujeres que hayan pasado por esta experiencia encontrarán que, siguen dolidas con varias de sus experiencias pero que, al mismo tiempo, reconocen que les permitió demostrar que pueden y que nadie puede plantárseles enfrente. “Lo que no te mata te hace más fuerte”, frase que nos legó Nietzsche, pero este consuelo no quita que la experiencia fue, indudablemente, desagradable.

En las ingenierías percibidas como más difíciles o duras como la eléctrica o la química o quizá, para no pecar de exceso de sesgo, todas las que no eran la industrial, la proporción de la población femenina era en muchos casos inexistente. Por ende el club de Tobi no solo no admitía mujeres sino que no consideraba que aparecieran ni que participaran.

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Lo que platico ya, es agua pasada y la hipócrita posición de pedir perdón nada aporta y, peor aún, se vuelve en un pequeño baño de agua bendita. Mejor, que los que aún estamos en la brega trabajemos para revertir la situación y apoyemos a las ingenieras que cada día son más. La labor no debe quedarse ahí. También debemos involucrarnos para que las mujeres desde pequeñas consideren el dedicarse a una profesión tan creativa y con un reto intelectual que pocas profesiones tienen. Los programas STEAM, del acrónimo en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Artes y Matemáticas son una gran iniciativa y elimina varias barreras pero quizá la más importante consista en evitar la estigmatización.

Pero Tobi también nos dejó otra frase, menos conocida, cuando tomaba el papel de detective y trataba de resolver los enredos que causaba Lulú. Se denominaba a sí mismo como “la Araña” y decía: “Este es un caso para la Araña”. Desde entonces cualquier labor complicada o nada clara se cita la frase de Tobi.

El apoyo a las mujeres en ingeniería no debe de ser, ni de cerca, un caso para la Araña. De hecho el camino se ha iniciado pero no debemos de cejar y seguir apoyando en forma activa.Sin embargo no se trata de dar dádivas que no sean merecidas, sino evitar que se les estorbe. No hace falta, desde mi perspectiva, este tipo de apoyos porque ellas tienen la capacidad.

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Termino con el hecho que me dio la idea para esta columna. El IEEE, el Institute of Electrical and Electronic Engineers, es la asociación professional más grande del mundo. Somos un poco menos de medio millón de miembros en todo el mundo. Se encuentra dividido en un poco menos de una veintena de sociedades de acuerdo a la especialidad y una de las más antiguas y númerosas es la Power Engineering Society (PES). Tesla y Edison han formado parte del gremio, para mencionar a los dos más conocidos. Resulta que para las elecciones de presidente de la PES, donde se aceptan tres candidaturas, este año todas son mujeres. Una clara muestra del nivel de cambio que estamos presenciando.

A no aflojar el paso: todos podemos apoyar.

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