Escrito por: EH 360°, Opinión, Víctor Luque

Regreso a clases ¿virtuales o presenciales?


El balance que cada persona le otorga a su vida va mucho más allá de la institución educativa que uno elija o que los padres escojan para sus hijos

Financiamiento Energético
Víctor Hugo Luque
Socio de Atik Capital

Algunos lectores me han preguntado por qué me gusta hacer analogías entre los deportes y el financiamiento energético y la mejor manera de contestar esta pregunta -aunada a la coyuntura del regreso a clases- es contarles algo más personal respecto de mi.

Me remontó a 1992. Yo tenía 17 años y jugaba fútbol en la tercera división de los Pumas de la UNAM. En ese momento, mi sueño era debutar en primera división, emular a Hugo Sánchez en Europa y algún día jugar un Mundial representando a México.

Desde pequeño, la única condición que tuve por parte de mis padres para jugar fútbol era obtener buenas calificaciones con el fin de poder destinar mi tiempo libre a lo que yo quisiera. La mayor parte de mi infancia y adolescencia la dediqué al fútbol y a mis amigos, pero cumpliendo con la promesa hecha a mis padres de obtener buenas notas.

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Cuando tengo que tomar la decisión de qué voy a estudiar al terminar mi bachillerato, aparece el ITAM en mi vida, sin saber a ciencia cierta que tipo de escuela era, sin conocer más de ella en términos académicos, sin tener acercamiento o relación con algún egresado, pero sabiendo que era catalogada como la mejor universidad del país en ciertas áreas de estudio.

En el verano de 1993, empieza mi vida universitaria (la exigencia académica ya por todos conocida y sumamente criticada por situaciones tristes y trágicas que ocurrieron en los últimos años, no es la parte esencial de lo que quiero platicarles) y muchas de las mejores cosas que me han pasado sucedieron a partir de tomar la decisión de estudiar Actuaría.

Entre 1993 y 1997 continúe jugando fútbol (fui goleador de la selección de rápido del ITAM y capitán de soccer en torneos nacionales), tuve tiempo de seguir disfrutando a mi familia y a mis amigos, viajar por México y conocer prácticamente todos los estados de nuestro país, mantener mi beca académica hasta concluir mis estudios y conocer a algunos de los mejores amigos de mi vida.

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¿Valió la pena la exigencia académica de aquellos años? Me parece que sí. ¿Algunos compañeros se quedaron en el camino? Desafortunadamente sí y continuaron su formación en otra universidad. ¿Hubiera sido la misma experiencia de manera virtual? Definitivamente no. En términos generales ¿Cuál fue mi experiencia universitaria? Muy buena, ya que gracias al balance que pude darle a mi vida entre lo personal, lo deportivo y lo escolar también logré obtener mi título profesional con mención del ITAM, lo que también me permitió tener un futuro profesional (que nunca imaginé de niño) al dejar de jugar fútbol.

En lo personal, el ITAM me dio a muchos de los mejores amigos que he tenido, en lo académico me permitió entender que la meritocracia es algo muy valioso para la sociedad y en lo social me enseñó a balancear mi vida como nunca, porque pude aprender que el estudiante hace a la universidad y no viceversa.

Al concluir mi paso académico por el ITAM, tuve la fortuna de estudiar dos posgrados en el extranjero con el apoyo de diversas instituciones (Conacyt, Comexus, Banxico Funed, entre otras), la exigencia académica nunca me pareció superior a la que viví en nuestro país y también me permitió darme cuenta de lo competitivos que somos los mexicanos.

En los últimos 25 años de mi vida he combinado mis actividades en el sector privado, el público y la academia. Y sin importar el cargo o institución donde he colaborado, hoy más que nunca le agradezco al deporte y a mi vida universitaria, por enseñarme a balancear mis prioridades, por permitirme dedicar tiempo a mi familia y a mis amigos, por hacerme un mejor profesionista y por alentarme a nunca sacrificar mi tiempo libre.

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El balance que cada persona le otorga a su vida va mucho más allá de la institución educativa que uno elija o que los padres escojan para sus hijos. Hoy vemos ejemplos de escuelas en niveles básicos donde los niños hablan dos o tres idiomas, usan las computadoras y celulares mejor que nuestra generación, cuentan con nutriólogos y psicólogos como si se tratara de un equipo de fútbol profesional y viven sujetos a metodologías de calificación como si fueran a estudiar un doctorado. Aunado a lo anterior, está la coyuntura actual que fomenta el regreso a clases presenciales con los cuidados sanitarios respectivos.

Balancear las necesidades de niños y jóvenes con las exigencias académicas en los distintos niveles educativos es algo justo y necesario, pero igual de importante es que los alumnos asuman el reto que están tomando como estudiantes, así como que los profesores seamos más empáticos con ellos para poderles transmitir el mejor conocimiento.

Así como en el futbol, no siempre el mejor jugador es el mejor entrenador. En la docencia, no siempre el mejor estudiante es el mejor maestro. Aunado a lo anterior, así como recalco el mérito y la gratitud con los doctores y el personal del sector salud ante la pandemia que vivimos, también es importante reconocer y agradecer a nuestro sector educativo.

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Mi abuela me enseñó desde muy pequeño “que cada quién habla como le va en la feria”, refrán popular que nos aplica a todos. Y así como soy un convencido que uno aprende más en la vida y en la calle que, en cualquier escuela (nací y crecí en Iztapalapa), también siempre he estado infinitamente agradecido con el ITAM y con mis padres por sus enseñanzas.

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