Tristemente, los enfrentamientos no amainaron y ya estamos en el tercer movimiento de la sinfonía de la actual administración. No ganó nadie, perdió México. ¿Qué alternativas nos quedan?
Creer en las promesas electorales, de cualquier candidato, es pecar por lo menos de ingenuo. Sin embargo, hay que verlas como las metas a las que desean llegar y que representan sus ambiciones. Muchas quedan en el camino por situaciones externas, pero han sido electos para amainar su impacto: la vida es cambio y nadie enfrenta escenarios perfectos.
Atrincherados cada bando en su posición, ni construimos las líneas de transmisión (asignatura pendiente desde el sexenio pasado), las renovables no crecieron (a excepción de la generación en pequeña escala), y la producción petrolera sigue en su atonía e importamos una cantidad creciente de gas y gasolinas.
¿Culpa del gobierno? En gran medida, pero el sector privado lleva también una parte muy importante de la responsabilidad, aunque se desgarren las vestiduras y presenten miles de pretextos. Confundir legalidad para justificar abusos es hipócrita. Lo saben perfectamente.
Mal de muchos, consuelo de tarugos, pero por lo menos no estamos enfrentando situaciones como las de España (con 300 dólares por MWH y el gobierno subsidiando tarifas), el Reino Unido (la administración pública rescatando suministradores) y en Australia donde suspendieron el Mercado Eléctrico Mayorista.
Es, en mi opinión, lo anterior es un ejemplo clásico de privatización de las utilidades y socialización de las pérdidas. Si los mercados son tan buenos, ¿para qué meterles mano? Que la sociedad viva realmente las consecuencias del modelo de libre mercado, porque de otra forma sólo le haremos el caldo gordo a los inversionistas.
Competencia, por supuesto, pero con límites establecidos, no al arbitrio de un organismo regulador que sabemos que no tiene dientes suficientes, ni aquí ni en ningún país. El MWH -o el litro de gasolina- no puede pasar de “x” valor por y tiempo, de más x + 5% por y + “n” días y mecanismos similares. Pero no se debe pasar todo el peso al Estado. Reflexionemos sobre lo que se avecina en Alemania en particular, y en Europa en general, este próximo invierno con la situación en Ucrania y una Rusia que está enfrentando una resistencia que jamás se imaginó.
Aunque en México, gracias al gas de esquisto y a que no hay más capacidad para exportar gas por falta de unidades de licuefacción, estamos bastante mejor que en otros países, los precios sin duda tendrán en el corto y mediano plazo una tendencia a la alza. Como buenos latinos que somos, nos hemos convertido en adictos donde la comodidad del suministro ha evitado el implementar alternativas y tomar decisiones de las que duelen.
Una etapa que podría ser memorable
No me gusta describir como otoño la etapa actual de la administración, creo que si somos más optimistas puede ser un tercer movimiento de una sinfonía donde el último -el cuarto- suele ser junto con el primero el más memorable. Desgraciadamente los tiempos del sector energético son muy largos y, aunque nos lo propongamos, es imposible el lograr cambiar en forma significativa el balance. ¿Qué alternativa tenemos? Acabo de terminar de leer un libro que se titula: Agua: una biografía, de Giulio Buccaletti. Por supuesto van
de la mano agua y energía eléctrica, sobre todo en los inicios de la electrificación de los países. Cuando India y Pakistán, en los años 50 del siglo pasado, partieron por caminos diferentes la principal fuente de fricción fue el agua y su equitativo reparto.
Lustros de negociaciones sin avanzar hasta que decidieron encerrar a los ingenieros y que se pusieran de acuerdo entre ellos. Por supuesto había participantes de ambos países, pero también de organismos internacionales que actuaban como fiel de la balanza. Meses después se logró el consenso que sigue en funcionamiento hasta la fecha.
Cabe remarcar que este sistema hídrico es el más grande del mundo, lo que da idea de la complejidad de lo que se logró y máxime sin las herramientas de análisis disponibles en la actualidad. Si lográsemos entregar a la administración, que entrará en el 2024, una hoja de ruta consensuada podríamos arrancar con el pie derecho.
Las diferencias, que seguro existirán, serán más fáciles de dirimir sin estar en extremos opuestos como nos encontramos ahora. Un grupo de verdaderos expertos de todas las partes – gobierno, academia, colegios, cámaras-, pero no los twitteros que se autoproclaman (peor aún, se lo creen) y que su labor consiste en criticar sin proponer.
Para ello no necesitamos de una convocatoria oficial. Sólo hace falta que ingenieros razonables y con experiencia se reúnan. El tiempo por dedicarle no es una barrera, por lo menos hay más de trescientos que lo harían gustosos. Claro, como todas las propuestas, lo difícil es implementarla.
Yo lanzo el guante y estoy seguro de que en el ejemplar de septiembre de Energía Hoy, ya tendremos avances. Empezaré a hablar con colegas del sector eléctrico y en el sector petrolero no faltarán quienes apoyen.
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