Escrito por: Opinión, Santiago Barcón Palomar

El futuro de la ingeniería en México

ingeniería opinión

Además del reto de poder contratar jóvenes egresados de ingeniería capaces, se suma el desafío de cumplir con las cuotas de género

Ideas con brío
Santiago Barcón
Especialista en Código de Red

La pandemia ha causado más de 350 mil fallecimientos y probablemente se registrarán al menos 50% más. Lo que no hemos contabilizado son las muertes cerebrales de los estudiantes que iniciaron sus estudios en plena emergencia sanitaria.

Todos los que hemos estudiado ingeniería sabemos que la tasa de deserción es sumamente alta. De los que iniciamos, llegamos al final bastante menos de la mitad: cambios de carrera, problemas económicos, percatarse que no hay la disciplina o inteligencia son algunas de las múltiples causas. Eso era antes, ahora una parte importante va cambiando a diferentes instituciones -en una espiral de calidad descendiente- para terminar con un título de los que coloquialmente llamamos “Instituto Patrulla”.

Ingeniería en México

México es el octavo país en la posición de graduados en ingeniería a nivel mundial con 115 mil personas al año. Nos superan Rusia con 454 mil, Estados Unidos con 237 mil, Irán, 233 mil, Japón 168 mil, Corea del Sur 148 mil, Indonesia 140 mil y Ucrania 131 mil. Por supuesto, tendríamos que analizar el per cápita para tener una mejor idea de la inclinación hacia los estudios de ingeniería, pero mi objetivo es enfocarme en la calidad de los egresados.

Desde el inicio de la pandemia, que ya se ve la luz al final del túnel, manifestaba un poco en broma -pero también en serio- que: “Nosotros salimos de la universidad sin tener ni la más remota idea, 25 años después quizá igual, pero creo que bastante peor, tan solo porque ya tenían maestros más laxos. Los que están ahora terminarán en total ignorancia”.

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Por supuesto a los que les pescó en los tres últimos semestres no sufrirán tanto, dado que ya tienen las bases de matemáticas y otras disciplinas para entender y aprender mejor, aún sea solos. Este no es el caso para los que eran imberbes y todas sus clases fueron en línea, con las limitantes naturales de aprender un nuevo sistema aunado a que no todos tienen las herramientas adecuadas desde la computadora hasta una conexión de cierto nivel a la red. Además, está la adicción ya, realmente enfermiza, a los teléfonos celulares y acabamos de obtener un perfecto caldo de cultivo. Esto por el lado de los estudiantes, pero los docentes tienen también bastante culpa que compartir.

Deficiencia educativa

Siempre hay medios para minimizar las distracciones tales como hacer preguntas aleatorias, exigir que se enciendan las cámaras y el dejar tareas realmente extensas entre otros muchos. Donde creo que los maestros tienen una enorme culpa por los resultados obtenidos, cero reprobados para efectos prácticos, es por aplicar los exámenes sin tener una visión de lo que cualquiera sabe que sucederá. Una prueba igual a los alumnos garantiza un resultado uniforme: todos se ayudan o comparten los resultados. Aún con una batería de preguntas amplia un grupo de conversación de WhatsApp puede contrarrestar efectivamente el esfuerzo de contener el trabajo conjunto.

La única forma consiste en exámenes individuales o por lo menos preguntas que sean el 60% de la nota final. Esto, como fácilmente podrán imaginarse, representa un esfuerzo de primera magnitud que, por desgracia, no se llevó a cabo ni se exigió por parte de los directores de las escuelas. El paternalismo ganó y pagaremos muy caras las consecuencias.

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Ahora que se reanudan los cursos presenciales ¡oh, sorpresa! no se cuentan con aulas suficientes. Esto es lógico ya que los alumnos no reprueban y llegan al quinto semestre el 100% de los que iniciaron cuando prepandemia, esto no sería, si acaso, ni un 65 por ciento. Conseguir todas las cifras no es el objetivo de este ensayo sino señalar el gravísimo problema que enfrentaremos. Sin embargo, recuerdo bien las cifras de ingeniería eléctrica de la Universidad Iberoamericana, donde estudié.

La razón de esta memoria tan certera tiene su causa raíz en que mi generación, que egresamos en 1979, éramos cinco alumnos y querían que nos cambiásemos a ingeniería mecánica eléctrica. El Rector basaba su solicitud en que en la historia de la carrera habíamos ingresado 58 alumnos, terminado 17 y graduados seis. No aceptamos y logramos que nos dejaran finalizar la profesión que habíamos elegido: ahora las cifras de los que cursamos toda la carrera y obtuvimos título se han incrementado en cinco. Fuimos, por supuesto, la última generación.

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Dado que una gran parte los alumnos pasan sin tener los conocimientos necesarios -aún los aplicados tendrán naturalmente
un menor desempeño- no graduaremos 115 mil ingenieros, sino decenas de miles más, pero sin lugar a duda de un nivel lamentable, por no decir lastimoso.

Contratar ingenieros capaces y cumplir cuotas de género

Además del reto de poder contratar ingenieros capaces y jóvenes se aúna el desafío, sobre todo en las grandes corporaciones, de cumplir cuotas de género, los departamentos de recursos humanos acorralan a los gerentes técnicos a tener un 50% de mujeres. Loable, pero olvidan que solo un 30% de los estudiantes de ingeniería es de género femenino y esta cifra será más baja para la rama eléctrica. Por supuesto, debemos apoyar el desarrollo de las mujeres en el sector, en Energía Hoy hemos sido pioneros, pero no es correcto confundir capacidad con género. Contratar es solo una parte, participar activamente en movimientos enfocados a apoyar a mujeres a ingresar a carreras con enfoque científico, ingenieril, de números y tecnológico como el STEAM y otros similares. Independientemente el hecho es que, tanto los hombres como las mujeres, tendrán un nivel muy bajo al egresar.

Ingenieros diésel

¿Qué hacer con un alumno que llega al quinto semestre sin las menores bases? La única verdadera alternativa es reprobarlo y que curse ya bien de nuevo las materias o se instituyan cursos propedéuticos. Corto de esto tendremos, de nuevo hablando coloquialmente, “ingenieros diésel” por aquello de que “dice él que es ingeniero”.

Dudo, a pesar de mi optimismo natural, que se implemente un proceso de corrección y el sacar a flote al menos en forma medianamente decorosa a estas generaciones. Siempre es más fácil lo que he bautizado como el impuesto oculto: Yo, Estado, no cumplo con mi obligación y te impongo a ti, ciudadano, el costo de corregirlo. Aplica perfectamente en este caso.

Cada empresa tendrá que tomar sus providencias y estar preparado para cambiar la forma de seleccionar al personal y los perfiles requeridos. Siento pena por los chavos, se merecen algo mejor, pero tampoco son víctimas inocentes: han tenido tiempo de sobra para estudiar y ahora, más que nunca, la información es más accesible.

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