Pero más allá del futbol, lo que sucedió en el Estadio “La Corregidora” en Querétaro refleja el deterioro de valores de nuestra población
Financiamiento Energético
Víctor Hugo Luque
Socio de Atik Capital
El sábado 5 de marzo de 2022 quedará marcado como el día más negro en la historia del fútbol mexicano; ya que el deporte más popular de nuestro país fue testigo de las brutales agresiones en las tribunas del estadio y el campo de juego. Así como en las inmediaciones de “La Corregidora” en un partido entre Atlas y Querétaro; que ya le dio la vuelta al mundo y no por razones deportivas.
Generalmente, mis columnas hacen analogía al deporte y al sector energético; pero en esta ocasión no hay analogía que valga y escribo esta reflexión para aquellos que les gusta el fútbol; principalmente para los mexicanos que creemos que somos más los “buenos” que amamos nuestro país, que los “malos” que buscan destruirlo a toda costa.
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En una columna anterior, les comentaba sobre la final de la Copa de Europa (antecesora de la Champions League) disputada en 1985 en Bruselas, Bélgica. El estadio de Heysel recibía a la Juventus de Italia y al Liverpool de Inglaterra -60 mil espectadores-; y estaba lleno desde horas antes de que iniciara el partido.
La tragedia de Heysel
El resultado final (Juventus 1-0 Liverpool) fue lo menos importante; ya que los 39 muertos y más de 600 heridos tras los enfrentamientos entre aficionados dieron pie a que el 29 de mayo de 1985 se conociera como “la tragedia de Heysel”; misma que marcó un antes y un después en el mundo del fútbol por las vidas de los espectadores que lamentablemente se perdieron ese día.
Ahora bien, ese incidente de hace 37 años cambió las reglas del juego para los fanáticos y dejó muchas enseñanzas a los responsables de organizar eventos deportivos de esta índole (UEFA y FIFA principalmente). Desafortunadamente nadie experimenta en cabeza ajena, ya que, si en nuestro país se hubieran tomado las medidas necesarias para evitar estas situaciones desde hace tiempo, quizás la tragedia de Querétaro no se hubiera presentado.
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Hace algunos años, uno de los mejores futbolistas de la historia -fallecido en el 2020- dejó una frase para la posteridad en su partido de homenaje: “La pelota no se mancha”. Esa frase marcaba la separación que hacía entre su vida deportiva y su vida personal, entre sus logros como futbolista y sus vicios como ser humano. Desafortunadamente, tanto en la tragedia de Heysel en 1985 como en lo sucedido en Querétaro en 2022, la pelota se manchó y en ambos casos se manchó para siempre.
Querétaro, reflejo social
Pero más allá del fútbol, lo que sucedió en el Estadio “La Corregidora” refleja el deterioro de valores de nuestra población. No debemos generalizar y tenemos que ser cuidadosos al emitir juicios de valor respecto a los acontecimientos de Querétaro, ya que las agresiones y las escenas que le han dado la vuelta al mundo claramente son algo que va más allá de un equipo de fútbol o de una liga, reflejan cosas que tristemente suceden en nuestro país cada vez con mayor frecuencia.
Ahora bien, los hechos delictivos deben castigarse, las acciones por parte de autoridades federales, estatales y municipales deben ser contundentes y las sanciones por parte de los directivos de nuestro fútbol deben ser ejemplares. Ojalá que algún día, nuestro fútbol en las tribunas vuelva a ser como lo era hace 20 o 30 años, dónde las familias y aficionados de distintos equipos se sentaban uno al lado del otro para disfrutar de un evento deportivo.
Solidaridad
Para nosotros como mexicanos (más allá de que nos guste o no el fútbol) es mejor quedarnos con la solidaridad de jugadores, entrenadores, directivos -mención especial a Adolfo Ríos que bajó de su palco a la cancha para tratar de calmar a los agresores, y ahora es desafiliado del futbol mexicano por la Federación- y sobre todo de los “verdaderos” aficionados del Querétaro que ayudaron a los aficionados del Atlas para protegerse de las agresiones, solidarizándose con ellos y con sus familiares lesionados en los hospitales donde fueron trasladados ofreciendo comida, alojamiento y apoyo en general los días posteriores.
La pelota se manchó y se manchó para siempre. Que el 5 de marzo de 2022 sea un día que no se repita y todos los involucrados en estos incidentes aprendan de los errores cometidos; el mundo del fútbol se una para que los partidos sean un evento familiar que se disfrute en paz, y que reflexionemos respecto a que lo que sucedido en el estadio va mucho más allá de la “justificación simplista” de una pasión desmedida o una batalla campal entre dos porras de diferentes equipos.
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