Escrito por: Gas, Opinión, Víctor Rodríguez-Padilla, Víctor Rodríguez-Padilla

Gas natural ¿y ahora qué hacemos? (segunda parte)

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La autosuficiencia en gas es un objetivo prioritario de la 4T, pero no a cualquier precio y menos si impulsa la privatización del sector energético

Desde la Izquierda
Víctor Rodríguez Padilla
Especialita en el sector energético

En la entrega anterior concluimos que dar continuidad al suministro de gas basado en importaciones no era la mejor decisión y menos sabiendo que casi todo proviene de un solo país. Lo prudente es diversificar fuentes de suministro asumiendo que la diferencia en precio sería el costo de una mayor seguridad energética. La diversificación incluye fuentes locales de producción hasta donde lo permitiera la geología y la lucha contra el Calentamiento Global y el Cambio Climático.

Los argumentos a favor de construir una hoja de ruta en esa dirección son diversos. El subsuelo mexicano es rico en gas. La Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) estima recursos prospectivos a la altura de 225 billones de pies cúbicos. Esa riqueza coloca a México en el top ten internacional. El mayor volumen se encontraría en plays no convencionales (63%), pero el contenido en plays convencionales no es nada despreciable, muchos países quisieran tenerlo a mano.

Potencial en shale gas

Esas estimaciones se quedan cortas con respecto a las elaboradas por el Servicio Geológico de Estados Unidos, que hacen de México uno de los principales países por su potencial de shale gas. Las lutitas y arenas compactadas explotadas en el sur de Estados Unidos (Eagle Ford y Haynesville) se extienden hacia México y no son las únicas, el mayor potencial se encuentra hacia la vertiente del Golfo de México, en la cuenca Tampico-Mizantla. Hace tiempo la CNH estimó que México podría alcanzar una producción de 5 mil 500 millones de pies cúbicos diarios con una inversión pública y privada del orden de 268 mil mdd a erogar en 10 años. Hay gas, lo que falta es inversión.

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La idea de dedicar atención y recursos a elevar la producción goza de gran popularidad, sobre todo en el mundo de los negocios, sin embargo, no todos comulgan con esa idea. Más de uno considera que no vale la pena hacer el esfuerzo, que será más costoso producir que importar de Estados Unidos, que aquí nunca se conseguirá igualar los costos de producción observados del otro lado de la frontera, que, si ese país quiere destrozar su territorio con el uso masivo de fracking, pues que lo haga, México se ahorra la devastación, el consumo excesivo de agua, los conflictos sociales y la contaminación, importando el gas que haga falta.

Radicalistas del ambiente van más lejos. Predican que ya es tiempo de cesar la extracción de hidrocarburos, porque la inmensa mayoría de la producción acaba convertida en gases de efecto invernadero. Advierten que la salvación del planeta justifica la decisión de dejar esa riqueza económica en el subsuelo, tal y como están haciendo algunos países,y que en lugar de invertir en combustibles fósiles hay que desarrollar las energías renovables.

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Negando con la cabeza, pragmáticos e interesados insisten en la necesidad de aumentar la búsqueda y extracción de gas natural porque en las circunstancias actuales y previsibles resulta más estratégico que el petróleo. Responden que los países renunciantes a extraer combustibles fósiles son ricos y no pobres, que México no puede darse el lujo de dejarlos en el subsuelo, que el problema climático lo deben resolver las naciones ricas que lo causaron, que si el gas nos brinda la posibilidad de crecer económicamente hay que aprovecharlo, tal como hace China e India con su carbón, sin dejar de invertir en renovables. Rematan diciendo que el fracking se ha estigmatizado y que el progreso tecnológico está permitiendo reducir las externalidades negativas de ese procedimiento.

¿Cuál es la postura de la actual administración? La seguridad energética está en el más alto nivel de las prelaciones de la cuarta transformación (4T) junto con la autosuficiencia, la sustentabilidad y la soberanía energética. Sin embargo, el esfuerzo se ha concentrado, por un lado, en detener la caída de la producción de petróleo crudo, recuperar la autosuficiencia en gasolina, diésel y otros petrolíferos, así como contener la elevación de precios de los combustibles; por otro, en garantizar la confiabilidad de la red eléctrica y mantener tarifas accesibles para la población de bajos ingresos. El gas aparece en segundo plano. El plan de negocios de Petróleos Mexicanos (Pemex) 2021-2024, contempla únicamente dos proyectos de gas no asociado.

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La autosuficiencia en gas es mencionada en discursos y documentos oficiales, sin embargo, las condiciones para conseguirla son restrictivas. Por autosuficiencia Andrés Manuel López Obrador (AMLO) entiende que Pemex producirá todo el gas que el país necesita, sin aumentar el endeudamiento público, sin recurrir al fracking, sin incursionar en aguas profundas, sin otorgar contratos petroleros y sin que Pemex realice asociaciones o alianzas con otras petroleras. La autosuficiencia es un objetivo prioritario de la 4T, pero no a cualquier precio y menos si impulsa la privatización del sector energético. Frente a esas restricciones será muy difícil elevar la producción ya no digamos alcanzar la autosuficiencia.

 

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