Para ser libre de emisiones de CO2 es necesaria una cultura del ahorro energético, comenta Andrea Servín, ingeniera en desarrollo sustentable
Andrea Servín Águila
Ingeniera en desarrollo sustentable
Encontrar estrategias que mitiguen el Cambio Climático debe ser prioridad para sociedad, industria y gobierno, por su enorme impacto financiero y ambiental. Países como Reino Unido y China se han fijado metas ambiciosas para lograr ser economías carbono-neutras a mitad de este siglo; lo que nos habla de la transformación por venir en la forma de producir y adquirir bienes y servicios.
Uno de los principales retos para alcanzar la descarbonización es reeducar a los consumidores e incorporar la cultura del ahorro energético en la vida diaria, lo que contribuirá en gran medida a disminuir las emisiones de CO2 provenientes del sector eléctrico en cerca de 60% para 2030 e incentivaría la apuesta por la generación renovable.
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Cuando se piensa en reducir la huella de carbono, se tiende a creer que el combate comienza a nivel transporte, industria o residuos, pero rara vez se contempla el impacto de las Tecnologías de la Información. No solo se contamina al desechar los equipos de forma incorrecta o adquiriendo nuevos modelos recurrentemente, basta con tener encendido cualquier dispositivo, acceder a internet, enviar un correo o interactuar en las redes sociales para incrementar la huella de carbono digital.
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Impacto ambiental de la tecnlogía
La empresa estadunidense dedicada a la investigación en sistemas de telecomunicaciones, Gartner Inc. indica que las computadoras y monitores representan aproximadamente el 40% de la demanda total de energía en el mundo, lo que implica un 0.8% de las emisiones globales de CO2. La cifra podría parecer insignificante, pero considerando que se espera un incremento de la huella de carbono por el uso de la tecnología de 14% para 2040, existe la posibilidad de regular o restringir el tiempo de navegación acorde a un futuro marco legislativo. Como comparativo, el transporte contribuye a las emisiones mundiales en alrededor de un 7 por ciento.
Comprender la importancia de la electricidad en la tecnología es fundamental, pues la principal razón de la contaminación por las interacciones digitales radica en la alimentación, el enfriamiento y el mantenimiento de los servidores, centros de datos y redes de comunicación alrededor del planeta. Al realizar una búsqueda, diversos servidores interconectados se activan para brindar una respuesta casi instantánea al usuario, lo que produce emisiones en el acto.
Promover el ahorro es necesario
Mike Berners-Lee, en su libro “La huella de carbono de todo”, plantea que un correo electrónico genera entre 4 y 50 gramos de CO2 dependiendo de su extensión y los archivos adjuntos que contenga, también del número de destinatarios y la claridad del mensaje, que conlleva un tiempo eficiente de lectura o no. Un tuit producirá 0.02 gramos de CO2; considerando una media de 500 millones de tuits diarios, se llegan a 10 toneladas de CO2 al día. La descarga de música, videos y el streaming generan 2 gramos de CO2 por segundo. En respuesta, las corporaciones han buscado reducir su huella de carbono digital al máximo mediante el consumo de energías renovables, el conteo de sus emisiones y la concientización de sus usuarios por el uso responsable de las plataformas.
Es incuestionable el cambio de mentalidad requerido en la sociedad para promover escenarios de desarrollo sostenible encaminados a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero GEI.
Todos podemos contribuir a la disminución de la huella de carbono digital; no basta con solo limitar los medios de información y comunicación impresos. Es vital disponer adecuadamente de los residuos electrónicos al final de su vida útil, desconectar los equipos que no se estén utilizando, apagar los dispositivos en lugar de hibernarlos o suspenderlos, discernir entre los correos y destinatarios imprescindibles, así como simplificar las búsquedas para arrojar resultados más útiles y en menor cantidad de consultas.
Finalmente, al ser consumidores tenemos el poder de exigir la adopción de energías no contaminantes en las operaciones de nuestros proveedores de bienes y servicios; ya sean empresas privadas o estatales.
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