“No hay naciones chicas donde hay sueños”, afirma Santiago Carpio, arquitecto y académico, una frase que condensa su visión: toda ciudad —por pequeña, golpeada o subestimada que parezca— puede renacer si pone a las personas en el centro, la puesta en práctica de las ciudades inteligentes con alma
El Salvador es ejemplo de ello. Tras años de violencia e inseguridad, la gente comenzó a reclamar lo más básico: la posibilidad de vivir la ciudad. “La gente estaba ávida de espacios públicos donde socializar y vivirse plenamente”, recuerda Carpio en una conversación para el SmartMinds Podcast. Esa sed de pertenencia, de comunidad, hoy se canaliza en una nueva forma de hacer ciudad, en la que el diseño y la arquitectura no solo crean estructuras, sino que acompañan procesos sociales.
La vocación de Carpio, quien es primer director de la Agencia de Desarrollo y Diseño de Nación en El Salvador, evolucionó del diseño puro hacia una arquitectura profundamente comprometida con la realidad social. Para él, construir no es levantar muros, sino crear espacios habitables, compartidos, vivos.
“Me refiero a todo aquello inmaterial, me refiero a todas aquellas acciones que son intangibles y que probablemente es más importante cómo la pasaste, con quién estuviste, que simplemente el lugar físico. Y esto pasa en cada uno de los rincones de nuestra ciudad. Y cada una de las personas, hablando en términos de identidad, de lo colectivo, del individuo, está atravesado por un sinfín de situaciones”.
Señales de tránsito emocional: las microintervenciones
Para Carpio, si pudiéramos acercarnos, en términos de inteligencia artificial, a lugares de la ciudad en donde pudiera ayudarnos a distinguir cada uno de nosotros cuáles son las emociones que estamos probando, sería como una señal de tránsito muy linda.
“Así como fueron los stops que uno dice, no es solamente un stop de los vehículos, es: ‘Tómate un minuto, haz esto’. Y si hubiera este tipo de cosas, si cada uno fuera más responsable de todo aquello que nos atravesó durante el día, sería hasta un crecimiento no solamente individual, sino también colectivo. Este tipo de cosas sumadas a la tecnología se potencian porque la tecnología acelera cualquier proceso, positivo o negativo”.
Desde la convicción y búsqueda por construir ciudades inteligentes con alma, lidera un equipo que ha proyectado más de 4.5 millones de metros cuadrados en dos años. El corazón de estos desarrollos está en las microintervenciones: plazas, parques, espacios recuperados donde “las personas están, las personas vuelven”. Lugares donde se celebran cumpleaños y la identidad florece. “El salvadoreño está orgulloso de ser salvadoreño”, afirma.
Su equipo es tan diverso como las ciudades que imaginan. Lo conforman especialistas de diversas disciplinas y distintos países. La diversidad es clave para entender contextos complejos. “No se trata de apoyar todo como si fuera el mobiliario de una sala, todo nuevo. Al contrario, hay que empezar a entender, en primer lugar, los matices y, sobre todo, pensando en América Latina. Es muy importante partir de las necesidades reales”.
Fracasos por dejar afuera a las personas
Carpio ha sido muy crítico de lo que define las mal llamadas “ciudades inteligentes”. Para él, “la inteligencia es una virtud, y esto no puede ser algo solamente de la ciudad matérica —como muchas veces se ha vendido—. La ciudad inteligente era cambiar a LED, era una simple racionalización energética, que está muy bien, pero el día que se hace inteligente: ¿cómo te vas a llamar así si solamente hiciste una parte de la eficiencia energética? Cuando realmente te conviertas en eso, te va a quedar chico el nombre”.
En 2011, participó en la elaboración del primer protocolo de ciudades inteligentes, aplicado en California y Barcelona. Buscaban una “nueva anatomía de la ciudad”, considerando cada una de sus capas, necesidades y contradicciones. Sin embargo, los años demostraron que muchas apuestas tecnológicas fracasaron por una razón clara: dejaron fuera a las personas.
“Apostaron por realizar grandes inversiones, haciendo creer que con algunos artilugios digitales enlazados con o sin Smart Grid (redes eléctricas inteligentes), pudiera la ciudad ser o tender a la autogestión. Cuando en realidad todos esos fracasos no hacen otra cosa que afectar la Asamblea General de Naciones Unidas”.
Durante cinco años, Carpio impulsó en ese foro internacional la necesidad de establecer guías centradas en las personas. Pero tras el descrédito que dejaron los modelos impulsados por empresas o gobiernos, la propuesta de ciudades inteligentes con alma no encontró los votos necesarios.
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