Escrito por: Opinión, Ramsés Pech

Tractatus de México con el mundo

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México tiene actualmente muchos tractatus con diferentes países, organizaciones y regiones. Pero de qué sirven, si muchos de ellos no se realizan

Ramsés Pech

Grupo Caraiva – León & Pech Architects

Mucha gente escribimos, editamos, redactamos y opinamos; pero actualmente no existe una voz con sentido común que pueda unificar un plan de largo plazo en el país. Todos somos buenos comunicólogos, pero pésimos planeadores, debido a que todo se deriva del momento quo de cada administración, sin pensar que en el futuro lo importante pase a ser lo urgente; significando un alto costo para cubrir lo que dejamos de hacer. Todo se limita al dinero.

México tiene actualmente muchos tractatus con diferentes países, organizaciones y regiones. Pero en realidad para qué le sirven, si muchos de ellos a veces no se realizan, no se observan ni se discuten con fines para el crecimiento del país.

El motivo de las desventajas, y a veces controversias hacia nosotros, surgen no a raíz de lo que en el papel está escrito, sino ante la falta de competitividad de ofrecer algo que el otro no tiene.

En México, tenemos una balanza comercial positiva con Estados Unidos (EU). Esto se deriva de que manufacturamos muchos de los productos que allá resultaría más cara su realización. Pero ante un T-MEC que busca igualar los costos operativos entre ambos países, esto podría cambiar en el corto tiempo.

En 2020, EU tuvo un déficit comercial de bienes con respecto a  México de 112 mil 700 mdd; un aumento del 11.2% (11 mil 300 mdd) respecto a 2019.

  • Las exportaciones estadounidenses de bienes a México fueron de 212 mil 700 mdd, 17.1% menos (43 mil 900 mdd) que el año anterior.
  • Las importaciones correspondientes de EU desde México fueron de 325 mil 400 mdd, 9.1% menos.

México fue el segundo mercado de exportación de bienes más grande de EU en 2020.

Si México no se desarrolla en forma paralela con nuestros socios comerciales, tendremos una industria obsoleta y centrada en un mercado único para la nación; con una economía circular estacionada y con un techo presupuestal acotado por la administración en turno.

Adicionalmente, tenemos un discurso doble de nacionalismo, en el que decimos que la industria de los hidrocarburos no es parte del crecimiento económico; pero sí aporta entre el 18 y 20% de los ingresos en forma anualizada. Es parte de las divisas y es la única energía primaria que podemos intercambiar con el mundo al exportar el crudo.

Ahora estamos diciendo que dejaremos de exportar paulatinamente y, el 1° de abril, al firmar otro tractatus con los países de la OPEP+, hemos dejado en claro que no produciremos más de 1 millón 753 mil barriles diarios (b/d) de crudo hasta el mes de julio. Esto nos da pie que a nivel nación no cumpliremos el plan de ingresos por parte de este rubro, al tener una producción por debajo de lo estipulado.

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Entonces, ¿para qué firmar los tractatus? o ¿por qué lo hacemos?, ¿es simplemente para cumplir con protocolos de diplomacia? o ¿verdaderamente entendemos el futuro?

Controlar el rumbo de un país por medio de circular su dinero, proveniente de un presupuesto cautivo de inversión pública, modificando leyes o normas después de acordar, nos deja desnudos ante el mundo; indicándole nuestra ignorancia a lo que nos comprometimos.

Un tractatus se firma y negocia con conocimiento de lo que intercambiaremos y estaremos de acuerdo. El cambiar leyes para sancionar, limitar o restringir, significará que nos gusta hacer un contrato primero, sin entender la operatividad de cada parte que lo conforma.

Esto es preocupante y se confirma el anterior párrafo con el reciente informe nacional de estimación del comercio de 2021, sobre barreras al comercio exterior por parte del gobierno de EU . En dicho reporte, hay un capítulo de México, donde se indica que nuestro país realizó modificaciones después de la firma del último acuerdo. En general, enfatiza que en algunos casos hay falta de certeza jurídica, limitación/restricción a la inversión directa en nuevos negocios en mercados como el de la salud, agrícola, alimentos; telecomunicaciones, manufacturera, tecnológica y energética, entre otras.

La pregunta es, ¿para qué firmamos si modificamos algunas normas, leyes o requerimientos? ¿qué negociamos entonces?

Hoy, México está perdiendo una brecha de una década y seguiremos siendo lo que somos; ante la necedad del poder para él mismo, sin tener una visión de largo plazo. El tractatus firmado es obsoleto y carente de misión en el largo plazo, todo por hacer planes de transcendencia sexenal; y de igual forma los que vendrán en el futuro.

Nuestro vecino, quien según decimos nos ayudará para el crecimiento del país, ha tirado los dados de nuevo con el plan de la administración presentado en marzo . Este implica una inversión de 2.3 billones de dólares en 8 años, que equivalen a alrededor de 46 billones de pesos; es decir, 6 billones de pesos en forma anual; el equivalente al ingreso programado para 2022 en México en los pre-criterios presentados.

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En este plan, se contempla la financiación para mejorar la calidad del aire, limitar las emisiones de efecto invernadero y la reducción de la congestión en las vías de transporte. También se busca movilizar la inversión privada para modernizar el sector eléctrico, con un objetivo orientado hacia una energía 100% libre de contaminación por carbono para 2035.

¿Cuánto invertiremos nosotros? ¿o dejaremos invertir a otros que no sean la parte pública?

Autosuficiencia para mí, significa:

“Tener un balance entre la producción local y lo que no realizamos”.

►PUEDES LEER►LA ABULIA ENERGÉTICA EN MÉXICO

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