Escrito por: Comunidad EH, Edición Digital EH

Agua y energía: el vínculo clave para un futuro sostenible

energía

La seguridad energética y la seguridad hídrica son fundamentales para el bienestar humano y el progreso económico

Ana Laura Ludlow

VP Chief Government Affairs & Sustainability Officer en ENGIE

ComunidadEH

La generación de energía, sin importar la tecnología empleada, requiere una considerable cantidad de recursos, siendo el agua uno de los más relevantes. Aunque las fuentes renovables han permitido avanzar hacia modelos más sostenibles al aprovechar recursos naturales como el sol o el viento, la producción de electricidad —particularmente en sistemas térmicos o hidroeléctricos— continúa estando estrechamente ligada al uso del agua. A su vez, el manejo del recurso hídrico, desde su extracción hasta su distribución y tratamiento, depende en gran medida del suministro eléctrico.

Esta interdependencia entre ambos sectores incrementa su vulnerabilidad frente a escenarios de escasez o alta demanda, y plantea un gran reto para su gestión eficiente. La seguridad energética y la seguridad hídrica son fundamentales para el bienestar humano y el progreso económico. Hoy en día, ambas están más conectadas que nunca: se requiere energía para garantizar el acceso al agua potable mediante bombeo, tratamiento y distribución, mientras que la generación energética —tanto de fuentes fósiles como térmicas o incluso algunas renovables— necesita agua para extraer materias primas; enfriar sistemas, mantener turbinas en funcionamiento o producir biocombustibles.

En este contexto, la producción energética implica el uso intensivo de agua, al tiempo que el sector hídrico depende en gran medida de la electricidad para operar. Esta doble dependencia genera una creciente presión sobre ambos recursos. De acuerdo con estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el consumo energético global aumentará un 35% hacia el año 2035; lo que provocará un incremento del 15% en el uso de agua dulce y del 85% en su consumo total (Aguasresiduales.info).

Ana Laura Ludlow, VP Chief Government Affairs & Sustainability Officer en ENGIE.

Estrés hídrico en América Latina: una amenaza creciente para la seguridad hídrica y energética

La relación entre agua y energía se vuelve aún más crítica en el contexto actual, donde el estrés hídrico ya no es una amenaza futura, sino una realidad presente. En 2023, México registró su año más seco, con más del 55% de su territorio afectado por sequías, mientras que Uruguay declaró una emergencia hídrica que comprometió el acceso al agua para el 60% de su población. Este panorama se agrava con las proyecciones regionales: se estima que la demanda de agua en América Latina y el Caribe aumentará un 43% para 2050, casi el doble del promedio global proyectado (PNUD, 2024).

El estrés hídrico —entendido como la presión generada cuando la demanda de agua supera su disponibilidad— se perfila como una de las principales amenazas ambientales y sociales del siglo XXI. La Oficina Regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha advertido que, sin medidas efectivas de mitigación climática, hacia 2080 cerca del 45% de los países de la región enfrentarán niveles de estrés hídrico que van de moderados a extremos (PNUD, 2024).

Las consecuencias económicas también son alarmantes: entre 1970 y 2019, las sequías provocaron pérdidas estimadas en 28 mil millones de dólares en América del Sur. Solo en 2023, algunos países como Perú reportaron afectaciones agrícolas que alcanzaron el 80% de su producción en determinadas zonas (PNUD, 2024).

Del diagnóstico a la acción: el potencial del enfoque Nexo

Frente a estos desafíos, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) propuso en 2018 el enfoque del Nexo agua-energía-alimentación; que promueve una visión sistémica para la formulación de políticas públicas más integradas.

Este modelo reconoce que las decisiones en un sector impactan inevitablemente en los otros, y plantea soluciones coordinadas ante problemas estructurales como el cambio climático, el crecimiento demográfico y la urbanización (CEPAL, 2018). Más allá del ámbito gubernamental, este enfoque representa un ejemplo valioso para el sector productivo; ya que permite repensar los procesos industriales desde una lógica interconectada y sostenible, donde el uso eficiente de los recursos se convierte no solo en una necesidad ambiental, sino también en una ventaja competitiva.

En este escenario, resulta urgente que la industria implemente estrategias sostenibles que aseguren la viabilidad del vínculo entre agua y energía; debe adoptar tecnologías eficientes, invertir en innovación para el uso responsable de los recursos y participar activamente en la formulación de políticas de transición energética e hídrica.

Algunas acciones clave incluyen mejorar la eficiencia hídrica en los procesos industriales, aprovechar fuentes renovables de baja demanda acuática, y promover modelos de gobernanza corporativa que integren criterios ambientales. Solo mediante un compromiso firme del sector privado será posible mantener esta relación crítica dentro de márgenes seguros y sostenibles; garantizando el desarrollo de las generaciones presentes sin comprometer el futuro.

Referencias

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