Escrito por: Opinión, Roberto Martínez Espinosa

Escuchar el ruido

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El ruido está presente donde haya toma de decisiones. Sus efectos producen pérdidas económicas y conducen a un trato desigual y arbitrario

Roberto Martínez Espinosa
Socio fundador de Alcius Advisory Group

Inteligencia, voluntad, y sensibilidad son características de la personalidad humana que han ocupado los afanes de filósofos, psicólogos, y una gran variedad de especialistas en diversos campos del conocimiento. Desde otra perspectiva, esas mismas cualidades permiten ver a las personas como tomadores racionales de decisiones. Ese enfoque ha llevado al estudio de la conducta humana a realizar, en las últimas décadas, aportaciones de suma relevancia no sólo en el campo de la psicología, sino fundamentalmente en el de la economía. También ha permeado al terreno de las políticas públicas, la regulación, y el derecho.

Durante largo tiempo, la visión dominante ha postulado que las personas tomamos decisiones racionales, en los ámbitos social y económico, en función de aquello que beneficia nuestro propio interés. Esta premisa permite hacer predicciones generalmente acertadas acerca del comportamiento humano y tomar decisiones basadas en esas predicciones.

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Sin embargo, avances más recientes en los campos de la psicología y la economía conductuales han puesto de relieve que, si bien el análisis de la decisión racional basada en el interés tiene un elevado poder predictivo, sus alcances han sido sobreestimados. Esto sucede principalmente por dos razones. La primera es que el interés, aun siendo probablemente el principal móvil, al menos en el terreno económico, no es el único. Compiten con él otros principios, valores, y emociones relevantes como el sentido de solidaridad o de compromiso.

Por otra parte, la identificación del propio interés y de los medios para alcanzarlo, es a menudo víctima de distorsiones sistemáticas en el proceso de conocimiento. Estas distorsiones o sesgos cognitivos conducen a la toma de malas decisiones, cuyos efectos pueden llegar a ser catastróficos. De allí que en los últimos años la economía y la psicología conductuales se hayan volcado al estudio de los sesgos cognitivos y los medios para contrarrestarlos.

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Pioneros en este campo han sido Amos Tversky y Daniel Kahneman. Este último laureado premio Nobel de Economía y autor del ya clásico Thinking, Fast and Slow. En este libro, Kahneman expone cómo la mente humana opera mediante dos funciones a las que denomina Sistema 1 y Sistema 2. El primero es, por decirlo así, el sistema de respuesta rápida e intuitiva capaz de resolver eficientemente la mayor parte de las decisiones que tomamos de manera cotidiana. El segundo, es el idóneo para resolver problemas más complejos que requieren reflexión y examen de mayor profundidad. Los sesgos cognitivos ocasionarían malas decisiones por la interferencia del sistema intuitivo en situaciones para las cuales el sistema reflexivo estaría mejor equipado.

Con la reciente publicación (mayo de 2021) de Noise, Kahneman, juntamente con Cass Sunstein y Olivier Sibony, nos lleva otro paso adelante. Los autores nos presentan con gran amplitud y profundidad otro factor, casi siempre inadvertido, de error de juicio: el ruido. Existe ruido cuando un conjunto de decisiones tomadas por uno o varios agentes varía de un caso a otros similares, en situaciones en las que cabría esperar cierto grado de homogeneidad de criterio. A diferencia de los sesgos, en los que es identificable un patrón sistemático, en el ruido el error se dispersa de manera aleatoria.

Ambos fallas, ruido y sesgos, conducen a errores de juicio cuyas consecuencias pueden ser más o menos graves, catastróficas incluso. El ruido, nos advierten los autores, está presente dondequiera que haya toma de decisiones. Sus efectos producen pérdidas económicas considerables y, particularmente, en el ámbito público y en el de la regulación de actividades privadas, conducen además a un trato desigual e, incluso, arbitrario. En este sentido, la mejora en la calidad de las decisiones pasaría por la reducción de ambos factores de pensamiento fallido: ruido y sesgos. Adicionalmente, al fenómeno del ruido, lamentablemente, poco se le escucha. Con frecuencia tampoco se le quiere escuchar. Contra ello, Kahneman, Sibony, y Sunstein dan la señal de alerta y proveen de valiosos instrumentos de corrección.

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