El experto Paul Sánchez nos invita a revisar la posibilidad de que México se quede con activos varados y reducir los riesgos que conlleva
Paul Alejandro Sánchez Campos
Doctor en Políticas Públicas
Uno de los debates en torno a la industria petrolera es si el petróleo se va a acabar, o si se va a dejar de utilizar como insumo para generar energía. Hemos transitado distintos escenarios: uno donde el petróleo se agota y el mundo queda sumido en la escasez; y el que sugiere que el petróleo no solo no se va a acabar, sino que mucha de la riqueza guardada en estos activos desparecerá gradualmente, es decir, perderá su valor.
#360°| Conoce la terna de los candidatos a dirigir el Instituto de Energías Renovables (IER) en el próximo periódohttps://t.co/rHOe5N9uAS
— Energía Hoy (@energiahoy) April 14, 2021
Esto quiere decir que, hoy en día, existen más reservas de petróleo probadas y probables de lo que se estima que se podrá consumir. Parte de esto se debe a las demandas sociales sobre la transición energética; y otra parte por el incremento en la eficiencia del consumo de combustibles. Esto nos invita entonces, a empezar a pensar en el debate de los activos varados.
Una revisión a la historia
La historia ya nos ha dado algunos ejemplos de activos varados. Uno de estos ejemplos ocurrió durante la denominada Fiebre del caucho a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en la región del Amazonas, en Sudamérica. La Revolución Industrial en Europa y en Estados Unidos impulsó la demanda por caucho, un material que se encontraba exclusivamente en esta zona.
El caucho fue utilizado para la elaboración de muchos productos, como: mangueras, bandas, suelas de zapatos; pero, lo más importante, para sostener la creciente demanda de la elaboración de llantas para bicicletas y, posteriormente, de automóviles. Esto condujo a un incremento en la demanda de caucho que se convirtió en una materia prima sumamente deseada y con un alto valor de mercado.
Sin embargo, con el desarrollo de la industria petroquímica se desarrolló caucho sintético o polímeros que destruyeron completamente la demanda que había de caucho natural. El efecto causado en la economía brasileña fue devastador, aunque, es cierto que no cosntituye tema para este espacio. Muchos de los recursos que llegaron al país terminaron por desaparecer o se invirtieron en elefantes blancos, como edificios con arquitectura europea o ciudades que quedaron abandonadas.
El carbon, otro ejemplo
En fechas recientes, el carbón se está convirtiendo en un activo varado. Entre más avanzan las tecnologías para generar electricidad con fuentes renovables o más limpias como los ciclos combinados de gas natural, al tiempo que se incrementan las demandas sociales para asumir con seriedad los compromisos de la agenda internacional como el Acuerdo de París, son cada vez más los bancos, fondos de inversión e instituciones financieras que han declarado que ya no financiarán más proyectos que utilicen carbón mineral.
Esto ha conducido a que empresas con grandes reservas de carbón comiencen a perder valor en sus acciones o, en algunos casos, se vayan a la quiebra. Entre los países donde esto ya es una realidad se encuentran Estados Unidos, Canadá, Australia e, incluso, China y la India, cuyas prospectivas de demanda todavía requerirían de carbón en el mediano plazo.
Petróleo y gas natural
Si bien se espera que el petróleo y principalmente el gas natural tengan una vida económica más larga que el carbón, es importante tener en cuenta que el crecimiento de las reservas y la desaceleración de la demanda de petrolíferos podrían conducir a una reducción de requerimientos de los derivados del petróleo y, por ende, del petróleo crudo en los próximos 50 años. Por ello, es importante empezar a planear la posibilidad de que México se quede con activos varados y reducir los riesgos que esto conlleva.
Una estrategia diferente
En este sentido, si se quiere evitar disminuir la cantidad de activos varados y obtener todavía un retorno considerable, es importante generar un cambio de timón con esta perspectiva en mente; de tal forma que se requeriría el desarrollo de una política petrolera que potencie el desarrollo de gas natural e incremente de manera importante las actividades de exploración y producción de hidrocarburos en el país.
Esto implica poner sobre la mesa del debate público dos cuestiones fundamentales:
En primer lugar, la cuestión de la gestión de los recursos del país, lo que implica evaluar si un desarrollo acelerado de los hidrocarburos se puede realizar solo con asignaciones a la empresa productiva del Estado y sus esquemas de participación con las empresas privadas, o bien, si debemos volver al esquema de rondas petroleras que invite a las grandes empresas -públicas y privadas, mexicanas y extranjeras-, a explotar de forma óptima los recursos petroleros de la nación.
En segundo lugar, se debe plantear en la discusión nacional, el rol de los yacimientos no convencionales y el uso de la fractura hidráulica. La fractura hidráulica, o fracking, ha sido ampliamente criticada por cuestiones ambientales, de seguridad industrial y gestión de recursos hídricos. Sin embargo, no es posible dejar de lado el papel de esta técnica en la revolución del shale en Estados Unidos y que permitió al país incrementar sus reservas, producción de gas natural y petróleo, exportaciones, además de mejorar su balanza comercial energética.
►TE PUEDE INTERESAR►OPEP PIDE MANTENER RESTRICCIONES DE PRODUCCIÓN
Riesgo latente para México
Si estos dos puntos no son considerados, entonces México corre el riesgo de tener una gran cantidad de sus recursos como activos varados y éstos podrían dejar de tener el valor con el que actualmente cuentan en los próximos años. En esta decisión, sin embargo, el tiempo no es nuestro aliado pues, si consideramos que el desarrollo de campos en aguas profundas puede tomar 10 años en exploración y 20 o 30 años en explotación, entonces no tenemos mucho tiempo que perder.
Política petrolera deseable
En conclusión, la política petrolera mexicana debe incluir varios temas aún no considerados:
1.- El riesgo y valor potencial de los activos varados que podría dejar el país.
2.- La proporción óptima entre contratos y asignaciones.
3.- La viabilidad técnica, económica ambiental y de seguridad industrial de desarrollar los yacimientos no convencionales, particularmente los que requieren fracking.
4.- La velocidad de la implementación de la agenda de transición energética en el país.
5.- La dependencia de las finanzas públicas respecto a los ingresos petroleros.
La tarea no es fácil y no hay una sola respuesta que sea la correcta; pero lo que es indudable es que no tenemos todo el tiempo del mundo para decidir la estrategia. Es momento de definiciones en la política petrolera nacional o aumentará el riesgo de activos varados que poco servirán a las futuras generaciones.
*Twitter: @paulalejandros
►TE PUEDE INTERESAR►LECCIONES DE UN DEBATE TURBULENTO