Escrito por: Opinión, Santiago Barcón Palomar

¿De verdad pensamos que veremos un mundo sin petróleo?


Santiago Barcón
CEO BAORGG
La caída de la demanda, causada por el Covid-19, se ha convertido en el mantra de lo que llevan décadas pronosticando el fin del petróleo. No se percatan que aun los recién nacidos fallecerán en una economía aún petrolizada.  Además de olvidarse de la eficiencia energética.
Los futuros de los precios del petróleo llegaron a niveles negativos en mayo, algo nunca visto. El exceso de producción, el enfrentamiento entre Arabia Saudita y Rusia, inventarios altos y un desplome de la demanda causó estos resultados. Enfrascados en encontrar el fin del petróleo pregonaron a diestra y siniestra que era un parteaguas; que como humanidad debemos de apostar todo lo que tenemos a las energías renovables.
Incapaces de ver unos meses adelante donde esta situación se revertía y, más importante, que las grandes petroleras resisten sin grandes bajas en el valor de sus acciones, alrededor de 30 %, lo que nos da un claro indicador de que los que realmente saben no tienen la intención de retirar sus canicas de las empresas petroleras.
El análisis es como si dijésemos que se va a acabar el turismo porque los hoteles están cerrados o ya bien la industria restaurantera. De hecho, las grandes petroleras no, repito no para claridad, han reducido su personal.
Peor aún se les olvida que podemos estar en casa, en la enorme mayoría de los países, porque contamos con electricidad que proviene del gas. Francia, con 72 % de energía nuclear quizá podría, dada la baja en la demanda de electricidad, el funcionar sólo con esta fuente, pero, ¿quién más? Los que no dependen del gas como China nos plantean una alternativa más negra: el carbón.
Por supuesto no implico que las renovables no tengan un sitio muy importante en la matriz energética del futuro, pero no será la dominante. Tan sólo porque un litro de gasolina contiene la misma cantidad de energía que 140 kilogramos de baterías de litio y 320 kilogramos si son de plomo. Los que piensen que los avances tecnológicos en las baterías llenarán este hueco me parece se equivocan. En 70 años se ha logrado aumentar la densidad de carga, la potencia por unidad de volumen, en 300 %. Existen enormes similitudes entre las baterías y los capacitores: materiales, bobinados, forma de construcción y varias más. Las mejoras que lograron los capacitores fueron de 700 % y, desde hace 40 años, no se ha avanzado un ápice. De aquí podemos atisbar el futuro; donde hay potencia no se pueden hacer proyecciones similares a las de la electrónica: la física de materiales es muy testaruda. Como apunte Tesla entiende la similitud de estos dos componentes tanto que en febrero del 2019 adquirió Maxwell Technologies, fabricante de súper capacitores.
En ocasiones pienso que las renovables se han convertido en una religión: existe un paraíso que si acabamos con el petróleo y el carbón llegaremos todos. Como todo culto genera posiciones dogmáticas y cualquier comentario contrario ocasiona reacciones virulentas: estás conmigo o estás contra mí. La realidad, por desgracia, nos indica que aún en los modelos más optimistas tenemos que seguir planteándonos como disminuir nuestra dependencia, nótese el adjetivo, de las fuentes fósiles e ir gradualmente integrando más renovables.
Por otro lado, hay una mejor forma de disminuir los gases de efecto invernadero: la eficiencia energética. Mucho más efectiva que las renovables, más barata, se aplica donde está el problema, no tiene pérdidas de transmisión o distribución, genera más empleo y tiene un efecto de más largo plazo.
Nos preguntaremos el porque no se aprovecha más y las razones son múltiples. Partamos porque no está de moda como las renovables; pongamos el ejemplo de una empresa que dice que el 100 % de su energía proviene de energías limpias. Pues sabemos que no es cierto por la intermitencia y que las plantas tradicionales están ahí, rodando y generando CO2. Si hacemos un cálculo rápido tendrían que contar con el triple de su demanda para que entonces sí pudiesen decir que aportan el 100 % de su energía. Ahora imaginemos que la publicidad fuese: “Hemos invertido en eficiencia energética y reducido nuestro consumo en 22 %”, ¿a quién le atrae, aunque sea mejor? La Agencia Internacional de Energía indica que el 50 % de la disminución de los gases de efecto invernadero provendrá de la eficiencia energética. Pregunta: ¿cuándo han escuchado a alguien de la industria de las renovables empezar proponiendo eficiencia energética, para bajar el consumo, y luego instalar, digamos paneles fotovoltaicos?
Durante la redacción de la Ley de Transición Energética (LTE), donde se dio un Certificado de Energía Limpia, CEL, por cada MWH proveniente de renovables se propuso, en decenas de ocasiones, que se incluyese también la eficiencia energética por cada MWH ahorrado. Ya saben donde se quedó en esto: CEL obligatorio y la eficiencia energética tan solo indicativa.
Si los mercados fuesen perfectos, y la mano invisible de Adam Smith realmente etérea, pues se invertiría primero en eficiencia energética y, posteriormente, en renovables. Sabemos que no ocurre así y creo que es una batalla que continuaremos en la brega, pero con poca aceptación del gran público y sin apoyo de los que dicen preocuparse por el medio ambiente.
Los cambios que se desean llevar a cabo a los CEL’s me parecen contraproducentes, y que bueno que se presentaron amparos, pero básicamente porque creo fielmente en honrar los contratos y en un mínimo estado de derecho. Su impacto en el desarrollo de las renovables me parece será mínimo, la tendencia del precio era a la baja aceleradamente. Aunemos que muchos de los que se oponían, y no eran pocos, deben de estar disfrutando: recordemos que recibieron como regalo de navidad que la LTE que se publicó en el DOF el 24 de diciembre del 2015. Poco apoyo va a recibir de ellos, la memoria en estos madruguetes y enfrentamientos dura décadas.
Sumemos que, por falta de inversión, el Sistema Eléctrico Nacional no puede absorber en forma eficiente más renovables. La cuarta subasta que se canceló, en gran medida por ideología, pero era un hecho que no debía de haberse lanzado antes de robustecer el sistema de transmisión. Todos lo sabían, la inmensa mayoría calló: mamá CFE nos compra la energía y que se las arregle sola.
Termino diciendo que CFE, y en su existencia Luz y Fuerza, apoyaron siempre a la industria eléctrica nacional. Crearon una industria altamente exportadora que proporciona empleo a decenas de miles de mexicanos con mejores sueldos que la mayoría de las industrias. En cualquier foro de renovables cuando he mencionado el tema de contenido nacional de inmediato la reacción es virulenta: “Aumenta los costos”, “No funciona”, “Aprendan a ser competitivos” “Que los mercados operen”. Por supuesto que lo que cuidan son sus bolsillos, mejor importar todo y que no se genere más que mano de obra en México; recuerden que la ingeniería se lleva a cabo en el extranjero en gran parte. Así como les agrada tanto el no apoyar al desarrollo de México pues pongamos un piso parejo y que gane la generación más económica, confiable y continua. Pedir apoyos a su causa y rechazar la de otros es, cuando menos, mezquino.
Las energías renovables, de nuevo, tienen un papel importante pero pensar que son la panacea, que no hay otras consideraciones y poner como ejemplo lo que se hace en Alemania es miope. Porque si vamos a comparar con los teutones los invito a que tomen su auto y conduzcan a 230 kmh en cualquier carretera del país… es que allá así se hace.
El diálogo se antoja difícil pero creo que es posible.

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