Ramses Pech
Grupo Caraiva – Grupo Pech Arquitectos
En la actualidad, la transición energética no se centra únicamente en los métodos de generación eléctrica, sino que debe enfocarse en la eliminación progresiva del uso de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo crudo y el gas natural.
En México, el presupuesto para 2026, que proyecta un PIB nominal cercano a los 39 billones de pesos, estima que los ingresos petroleros representarán el 3.1% de este valor. La proporción de ingresos provenientes del petróleo equivale al 14% del total esperado (1.2 billones de pesos). En caso de implementarse una reforma fiscal, existiría la posibilidad de reducir esta dependencia de los combustibles, considerando que antes de 2015 dicha participación superaba el 30%. Surge entonces la interrogante: ¿México está tomando la decisión adecuada respecto a esta transición?
El petróleo crudo y el gas natural continúan siendo pilares esenciales para las economías mundiales. Sin embargo, es importante comprender que estos recursos deben aprovecharse estratégicamente para garantizar la seguridad energética futura de una nación. Por ejemplo, países como Estados Unidos, China y algunas naciones europeas están invirtiendo actualmente en tecnologías orientadas al porvenir, especialmente en la generación de electricidad y energía mediante fusión nuclear. ¿México en dónde está?
En 2023, la Agencia Internacional de Energía (AIE) pronosticó que la demanda mundial de petróleo alcanzaría su punto máximo en 2030, considerando la implementación global de planes de transición ecológica y la diversificación de carteras por parte de empresas de combustibles fósiles hacia alternativas renovables. Recientemente, la AIE revisó esta estimación y afirmó que la demanda podría continuar aumentando hasta 2050. Este ajuste responde a cambios en los compromisos climáticos internacionales y en las estrategias de diversificación energética adoptadas por compañías petroleras y gasíferas.
Desde la perspectiva actual del entorno global, México enfrenta limitaciones de infraestructura para transformar energías primarias en electricidad y combustibles para el sector transporte, lo que dificulta garantizar la confiabilidad necesaria para satisfacer la demanda energética total de los sectores económicos y de la sociedad. Actualmente, el país importa más del 60% de la energía que requiere, principalmente gas natural y combustibles derivados del petróleo.
La cuestión central es si realmente comprendemos la nueva estrategia global, en la que el aumento de la producción de petróleo y gas natural, así como la inversión en fusión nuclear, constituirán los pilares del desarrollo futuro de las naciones hacia finales de este siglo.
Las nuevas generaciones enfrentarán el desafío de continuar dependiendo de fuentes extranjeras para satisfacer la demanda energética nacional. Aunque se proyecta fortalecer el suministro energético para centros de datos, actualmente más del 75% de la electricidad se genera a partir de combustibles fósiles. A pesar de los planes de expansión de la empresa estatal mediante nuevas plantas de generación, el principal obstáculo sigue siendo la insuficiente inversión en infraestructura para la transmisión y distribución eficiente de electricidad hacia los consumidores finales.
Según el informe Perspectivas Energéticas Mundiales de la Agencia Internacional de Energía (AIE), la organización revisó su proyección anterior y ahora indica que la demanda global de petróleo y gas podría continuar creciendo hasta mediados de siglo, es decir, veinte años más de lo estimado previamente.
México debe tener presente que la extracción de estos recursos persistirá a nivel mundial, y cada nación asumirá los riesgos ambientales y futuros asociados en el contexto de la búsqueda por garantizar fuentes energéticas sostenibles. El petróleo y el gas natural continuarán siendo pilares económicos para aquellos países que cuentan con dichos recursos en sus territorios y logran gestionarlos eficientemente para generar ingresos destinados a inversiones.
No obstante, se recomienda que el riesgo financiero recaiga en capitales privados y que las políticas públicas aseguren la captación de recursos mediante impuestos, sin integrarlos como ingresos presupuestarios directos. En consecuencia, los mercados energéticos deben adaptarse a las necesidades globales y prever los riesgos a corto y mediano plazo. Es fundamental que los países mantengan flexibilidad y capacidad de adaptación en el tiempo, dejando de lado restricciones de índole ideológica.
El uso de combustibles fósiles —principalmente gas natural, petróleo crudo y derivados— provendrá de la demanda impulsada por la industria, la energía residencial y el sector tecnológico, ya que varias empresas realizan importantes inversiones en centros de datos con alto consumo energético para impulsar el despliegue de tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial (IA), y están siendo vinculadas a plantas de gas natural o nucleares.
En el informe de la AIE se prescindió de los objetivos para eliminar gradualmente el uso de combustibles fósiles y, para calcular el escenario mencionado, se consideraron únicamente las políticas gubernamentales vigentes. Como consecuencia, se proyecta que la demanda de petróleo alcance los 113 millones de barriles diarios para el año 2050, lo que representa un incremento del 13% respecto al consumo de 2024, debido a que los gobiernos otorgan prioridad a la seguridad energética por encima de la transición hacia fuentes renovables.
México debería mantener una meta de producción de 1.8 millones de barriles diarios de petróleo crudo y limitar la producción de gas natural, considerando que existen importantes reservas y potencial para desarrollar combustibles de mejor calidad. Para alcanzar la autosuficiencia y fortalecer la soberanía energética, las empresas estatales necesitarán aumentar su presupuesto de aproximadamente 1 billón a 2 billones de pesos, dado que gran parte de la demanda del mercado actual depende de importaciones.
Estados Unidos y China comprenden que quien controle la producción y el consumo de combustibles fósiles dispondrá de los recursos financieros necesarios para impulsar el desarrollo de futuras fuentes de energía sostenible.
Es fundamental entender que el cumplimiento de la meta de cero emisiones netas para 2050 implica evitar nuevas inversiones en proyectos de carbón, petróleo y gas. No obstante, numerosos países continúan destinando importantes recursos a los combustibles fósiles para responder al aumento de la demanda energética. ¿México sabrá esto?
El uso de combustibles fósiles continuará a nivel mundial. México enfrenta actualmente limitaciones financieras que dificultan la explotación eficiente de estos recursos, lo cual restringe las inversiones necesarias en infraestructura destinada a optimizar su utilización, transformación, almacenamiento y logística. Además, esto limita el desarrollo de investigaciones orientadas a garantizar un presente sostenible para las futuras generaciones.
El ritmo de adopción de energías renovables y la velocidad de transición desde los combustibles fósiles dependen en gran medida de la capacidad de los países para diversificar sus fuentes energéticas e invertir en almacenamiento con baterías, con el fin de garantizar la estabilidad operativa de la energía verde.
Por otro lado, el abandono de compromisos relacionados con energía limpia por parte de Estados Unidos podría impactar la transición internacional hacia fuentes sostenibles, dada su posición como principal emisor de dióxido de carbono a nivel mundial. Adicionalmente, las guerras arancelarias han incrementado los costos de insumos clave como el acero y el aluminio, lo que afecta los costos operativos, de inversión y la planeación tanto a corto como a largo plazo en el sector energético.
El segmento de renovables resulta especialmente afectado, ya que los nuevos proyectos requieren altos niveles de capital inicial cuya recuperación se proyecta a largo plazo. En comparación, los proyectos basados en combustibles fósiles suelen recuperarse financieramente en menor tiempo, incluso cuando involucran inversiones significativas.
México está comprendiendo que, en el contexto global actual, los combustibles fósiles continúan desempeñando un papel relevante. Para lograr una transición energética efectiva, es necesario apoyarse en recursos como el petróleo crudo y el gas natural antes de avanzar hacia fuentes renovables y, eventualmente, infinitas.
Actualmente no se observa la implementación de una política pública efectiva; únicamente existen documentos oficiales que reflejan la situación actual sin una proyección clara hacia el futuro.
LEE TAMBIÉN: Milk Life Investments presenta The Own Querétaro, nuevo referente corporativo y médico en Querétaro




