Santiago Barcón
CEO de Baorgg
Ciudad de México (Energía Hoy).- En menos de 15 días nuestras vidas han cambiado radicalmente. De tener una movilidad total a recluirnos en nuestros hogares. Aquí encerrados no necesitamos gasolina y batallaríamos sin contar con gas, pero imposible pensar estar sin fluido eléctrico.
Lo damos por hecho, pero reflexionando el confinarnos sin contar con iluminación, internet, lavadora, televisión y servicios como Netflix nos haría salir disparados a la calle.
El COVID-19 nos hace agradecer el progreso tecnológico y sin duda el siglo XXI será el recordado como la centuria de la electricidad. Ya en su tiempo el carbón lo fue del siglo XIX y el petróleo del XX.
Damos por hecho el contar con el servicio, lo cuál es natural, porque nacimos con él y no ha hecho más que volverse más confiable y económico (a pesar de la percepción de que sube el precio sin fin, cada día gastamos menos de nuestro ingreso en electricidad).
Pero esta época de baja demanda presenta retos de operación al sistema y, de hecho, es una ventana al futuro. Con fábricas, oficinas, centros comerciales y hoteles semivacíos el sistema cuenta con más reserva, pero también incrementa el porcentaje de las renovables. Por eso se avizora cómo será en unos 15 años la mezcla de generación. Es una oportunidad para aprender y utilizar las lecciones para el futuro.
Otra enseñanza es que los sistemas deben de ser diversificados, no depender de una o dos fuentes. En un país como Colombia una situación como la que vivimos hoy, aunada a una sequía, los dejaría sin reserva de generación por su dependencia en la hidroelectricidad.
En México padecemos -y no se ven visos de que mejore- de una falta de líneas de transmisión. El destino ya nos alcanzó pero al parecer vivir en negación es más agradable. Podremos decir que si la demanda baja no tenemos porque preocuparnos pero -y no soy fatalista- ¿que nos sucedería si un terremoto afectara a las líneas de 400 KV que alimentan a la Ciudad de México? Enclaustrados y desconectados no sería posible.
Otro aspecto que vigilar es la ciberseguridad. Un ataque contra el CENACE puede causar problemas de magnitudes difíciles de imaginarse.
Tenemos que invertir, cuanto antes, en nuestra infraestructura eléctrica ya que representa la mejor protección para la sociedad, en tiempos de crisis, y es el trampolín para acelerar el crecimiento.
Termino agradeciendo a todos los que garantizan nuestro suministro eléctrico, en particular a Comisión Federal de Electricidad, ya que nos permiten estar en casa mientras ellos laboran para asegurarse de que esto suceda.
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