La realidad es que las emisiones provienen de muchos sectores: necesitamos diferentes soluciones para la descarbonización de las economías. Esto significa que no existe un camino único para hacer frente al cambio climático
Miguel Tovar
Socio de Alterpraxis. Consultor experto en negocios con más de 14 años de trayectoria asesorando a compañías mexicanas y globales
Muchos de los debates sobre el cambio climático muestran con frecuencia una dicotomía al parecer infranqueable: que la descarbonización de as economías necesariamente está en conflicto con el crecimiento económico. Por un lado, están aquellos que consideran que abordar el cambio climático requiere una disminución organizada de la producción. Por otro, hay quienes creen que se debe priorizar el crecimiento y la estabilidad social, lo cual implica que la política climática pasa a un segundo plano si compromete la competitividad
Un elemento clave para entender este debate es la relación entre las capacidades tecnológicas y las políticas públicas para desvincular las emisiones del crecimiento. Este proceso puede ser relativo (cuando las tasas de crecimiento económico son más altas que las emisiones) o absoluto (cuando las emisiones caen en términos absolutos incluso cuando la economía sigue creciendo). Otra cuestión importante por debatir es si el bienestar humano puede desvincularse del crecimiento económico.
La realidad es que las emisiones provienen de muchos sectores: necesitamos muchas soluciones para descarbonizar las economías.
Esto significa que no existe un camino único para hacer frente al cambio climático. Por lo que centrarse solamente en la electricidad, el transporte, los alimentos o la deforestación es insuficiente.
Vamos, incluso en el sector energético, que representa tres cuartas partes de la generación de emisiones, no existe una solución simple. Si fuera posible descarbonizar completamente el suministro de electricidad, también sería necesario electrificar toda la calefacción y el transporte. A lo que deberíamos sumar las emisiones del transporte marítimo y la aviación, para los cuales aún no existen tecnologías bajas en carbono viables.
Ahora estamos en un tránsito importante sobre la composición de la economía global, en el que la digitalización juega un papel determinante para la expansión y creación de nuevos sectores. Así, la economía virtual y los trabajos altamente calificados han crecido desproporcionadamente más rápido que la industria pesada en el pasado reciente.
Este cambio en el modelo económico global se vuelve evidente en la expansión de los sectores de servicios.
Por ejemplo, entre 1995 y 2021 en China el sector de servicios pasó de representar el 24% del PIB al 54%; en Estados Unidos del 52% al 77%; mientras que en Alemania del 50% al 70%. Este crecimiento de los servicios se ha producido en su mayor parte a costa de la industria pesada. Esto es particularmente notable en China (un país al que usualmente se ha exportado la industria contaminante), la gran mayoría de todos los sectores han experimentado un crecimiento mucho más rápido que las emisiones. Por lo tanto, la desvinculación relativa es viable en términos técnicos, económicos y de política pública.
Es innegable que el sector energético y la generación de electricidad son los que aportan la mayor parte de las emisiones de carbono. Sin embargo, es importante un enfoque un tanto oblicuo para avanzar. Por ejemplo: el sector energético europeo emplea alrededor de 1.6 millones de personas, genera 250 mil millones de euros a la economía regional, lo que corresponde 4% del valor de la economía no financiera, pero implica cerca de 80% de las emisiones de carbono. Así, la descarbonización del sector energético contribuiría en gran medida a la descarbonización total de la región sin afectar significativamente la economía.
Existen tres elementos clave que explican la factibilidad técnica de la transición energética a fuentes de descarbonización sin implicar el desarrollo económico.
1 El crecimiento acelerado de las energías renovables ha reducido sus costos de producción hasta que, por primera vez, su implementación es más barata sobre la base del costo del ciclo de vida, que la construcción de centrales de energía fósil.
2 Las economías han sido notablemente reactivas a las alzas de precios. Por lo que se puede esperar el desarrollo de tecnologías de producción bajas en carbono en un sistema de impuestos al carbono que lo incentive fuertemente.
Históricamente, las tasas más altas de crecimiento económico también se han correlacionado con tasas más altas de innovación.
3 Es un hecho que los sustitutos bajos en carbono serán difíciles de concebir en los tiempos que se requieren para atajar exitosamente los objetivos climáticos globales. El consumo de carne y la aviación son actividades altamente intensivas en emisiones; por lo que representan un buen ejemplo: la “carne artificial” y los “aviones eléctricos” tardarán en ser viables comercialmente. Sin embargo, estos sectores son relativamente pequeños en términos de valor agregado. Por lo tanto, reducir el consumo de carne y el transporte aéreo, aunque pudiera ser percibido como escandalosamente controvertido; pudiera ser factible sin grandes pérdidas económicas. Vamos, uno podría ir aún más lejos y cuestionar la relación de los niveles de consumo de estos bienes/servicios con el bienestar social y la calidad de vida de las personas.
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