¿Cómo puede ser sostenible un modelo de consumo que pide cambiar o actualizar el guardarropa cada determinado tiempo para formar parte del status quo?
David Madrigal
Ingeniero en energía y desarrollo sustentable
El año se va haciendo viejo, la pandemia parece ceder y con ello, conquistamos de nuevo ciertas libertades. Hace unas semanas, realicé una de las cosas que más disfruto, caminé con mi hermana por un centro comercial de la Ciudad de México; similar a un recorrido que pudo hacer Sócrates en un mercado algunos siglos A.C.
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Durante el paseo ella me preguntó: “¿qué necesita una moda para ser sustentable?”. Me quedé pensativo unos minutos, encantado con la pregunta, en silencio y después le respondí: “no puede ser”. Comparto, ¿cómo puede ser sostenible un modelo que te implica cambiar o actualizar el guardarropa cada determinado tiempo para “estar en onda” o ser aceptado bajo el status quo?
Mencionamos algunas opciones que existen al día de hoy en el mercado y que se venden como ecofriendly; por ejemplo, telas hechas de fibra de bambú, de coco, celulosa, o incluso recicladas (si acaso, las más convenientes), y no logro aceptar que sean realmente sostenibles, pues solo se deja de extraer materia prima de una fuente para hacerlo de otra y después la prenda será usada por un periodo de seis a ocho meses, ya sea por su calidad o porque ya no forma parte de la siguiente temporada.
Vayamos a lo básico, imaginemos una planta de algodón que tarda unos meses en dar la materia prima, esta se extrae en algún lugar lejano (India, Estados Unidos, Pakistán, Brasil, Turquía, Australia, Turkmenistán y Burkina Faso; en 2016 aportaron 65.4% de la oferta global, según el informe de FIRA). De manera posterior se lleva a alguna planta en Bangladesh, China o Vietnam; se traslada al país destino, se distribuye y se usa un breve periodo de tiempo. Finalmente, tiene un costo de entre seis y 15 dólares.
Algo cambió
Si algo nos ha enseñado la pandemia es a cuestionarnos y replantear nuestro modus vivendi. Me parece válido analizar nuestra forma de consumir, la manera en que somos actores de la economía y cuestionar el modelo. Parece insostenible una economía basada en obsolescencia programada, donde todo es fabricado con fecha de caducidad para no rendir más que lo necesario y después de un periodo no corto, cortísimo, ser desechado sin la posibilidad de reintegración a la cadena para tener un nuevo valor.
Así es el modelo que tenemos, enfocado en producir mucho, para vender más. Un sistema económico lineal, con entradas y salidas pero, sin retornos, donde los costos ambientales no se pagan y al final los termina por absorber el planeta.
¿Qué podemos hacer?
La solución está en repensar nuestro consumo. ¿Qué tan importante es tener el último iPhone, cambiar de coche cada año o sustituir el televisor cuando hay una tecnología nueva? Yendo un poco más profundo, al día de hoy, la única forma de tener impacto es comenzar a potenciar los modelos de economía circular. Donde los costos se reducen para las empresas y los consumidores, cuando estas buscan hacer adaptaciones a lo que ya vendieron, en lugar de hacer una sustitución total, llamémosle upgrade.
Imaginemos que a tu celular le cambian la cámara cuando sale una mejor o le ajustan el marco por uno resistente al agua sin la necesidad de sustituir el equipo. Esto es un llamado a la innovación, a pensar más y a producir menos, pero mejor. Estudios indican que, al realizar estos modelos de economía circular, se pueden reducir residuos hasta en un 90%, ya sea porque no son desechados o porque los desechos se aprovechan para otro proceso o producto.
Requerimos modificar el modelo económico mediante un análisis sistémico. Es imperativo cambiar la forma de ver las cosas con el fin de resaltar subjetividades y de este modo dar paso a cadenas de consumo pensadas para cuidar el medio ambiente. El marketing debe modificarse y dejar de crear necesidades con altos costos ambientales generalmente impagables.
¿Dónde quedó Sócrates?
Al regreso de uno de sus paseos por el mercado, alguno de sus seguidores sugirió reunir dinero para comprar regalos que darían a su maestro. El filósofo respondió: “Tengo todo lo que deseo, pero me encanta ir al mercado y descubrir todo lo que no necesito para ser feliz”.
Por nuestra parte volvimos a casa y no logramos encontrar una oración en la que moda y marketing puedan ir de la mano con sustentabilidad.
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