El oasis y el espejismo energético desaparecerán cuando la realidad se empiece a concretar; las implicaciones de la reforma a la LIE nos costarán y mucho
María José Treviño
Directora general en Acclaim Energy México
En medio del desierto es común tener ilusiones ópticas. Se debe a un fenómeno producido por las variantes de temperatura en las distintas capas de la atmósfera. Las personas experimentan dichos episodios debido a la desesperación ante la falta de agua en medio de un océano de arena. Alcanzar un oasis, idealismo puro para satisfacer el momento.
En México vivimos algo similar. Vivimos un espejismo energético. Se insiste en ver “algo” que no está. La solución no es limitar las renovables o despachar la energía más costosa primero, tampoco condicionar la participación de privados para fortalecer a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Petróleos Mexicanos (Pemex), mucho menos volverlas un oasis en medio del desierto.
¿A qué se debe este fenómeno? A la falta de alineación entre las partes. Cuando se vive un espejismo, típicamente se atribuye a la visión que se tiene a corto plazo, por la desesperación de llegar a una meta específica.
Falacias energéticas
Asignar Certificados de Energía Limpia (CELs) a plantas hidroeléctricas de la CFE y a la nuclear de Laguna Verde sin importar la fecha de entrada en operación evitará el costo de adquisición de estos certificados. Sin embargo, esto implica menor ingreso en la corrida financiera de los generadores privados. Ello, desincentiva la inversión en México, no solo por el impacto económico en su negocio, sino por la incertidumbre que provoca la ideología empleada para cambiar las reglas de participación. Es importante destacar que para CFE y el país, perder la participación privada en el sector significa absorber un costo de oportunidad brutal. La Iniciativa Privada (IP) representa casi 50% de la generación, de la cual se benefician tanto los usuarios finales como la CFE.
Limitar los permisos de generación a la IP y condicionar su participación a reglas impuestas que desprecian datos técnicos, provoca desconfianza y desmotiva la inversión, que es altamente requerida. Si el país no cuenta con suficiente energía, los consumidores vivirán más y más apagones. México es una nación en desarrollo y se espera que la demanda de electricidad aumente anualmente cerca de 3%, es decir, próximo a los niveles observados previo a la pandemia. Por otro lado, si analizamos descartar la adquisición de energía de CFE en las subastas, podemos ver un sobrecosto de alrededor de 4X, mostrado por el delta del costo de generación de CFE, contra lo que los privados han ofrecido a través de tecnología y costos optimizados.
Costos grises
Además, hay otros costos que no se prevén con tanta claridad. Hace unas semanas se vivieron apagones en distintas zonas del país. Index calculó un impacto para 800 empresas en la frontera norte, de alrededor de 200 millones de dólares cada hora por salarios y gastos indirectos. Para un consumidor industrial no tener electricidad significa detener operaciones, no poder cumplir con sus compromisos de entrega, un freno a la cadena productiva y una amenaza a su capacidad de mantenerse activa. Implica penalizaciones por falta de entrega de producto, daños a maquinaria, complicaciones legales por fuerza mayor e implicaciones a su imagen, además de trastocar la confianza que clientes en el extranjero podrán tener en las empresas nacionales.
Para el consumidor mexicano residencial, la falta de energía o bien la energía cara, implica un costo elevado a la canasta básica y a todo producto que lleve el factor energía de por medio. También, afecta a los hospitales, a la producción de medicinas y a aquellas personas que no puedan pagar electricidad cara. Y lo mas importante, limitar las renovables y despachar energía desde plantas más contaminantes afecta nuestra salud. Somos la última generación que tiene el poder de marcar una diferencia en el medio ambiente.
Si bien, se hizo una promesa política de no incrementar tarifas eléctricas, estas acciones que se proponen en la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica imponen un impuesto implícito que repercutirá en las tarifas. Este aumento esperado de las tarifas eléctricas se traducirá en un incremento en los subsidios a las residenciales, lo cual, repercute en las finanzas de CFE y, por tanto, del Estado.
CFE no es un oasis
La comisión está muy lejos de ser lo que todos los mexicanos queremos y necesitamos. Para volverla fuerte requerimos unificar la motivación y los intereses, centrándonos en el consumidor final, tanto residencial como industrial y en la transición energética. Se requiere rediseñar su estrategia para fortalecerla a corto, mediano y largo plazo, con el objetivo de volverla capaz de invertir en infraestructura, ser competitiva y tornarse una empresa con finanzas sólidas y alejada de dogmas políticos.
Por ahora, si no cambiamos el rumbo, seguirán los amparos, el análisis a la inconstitucionalidad de las propuestas y la amenaza a la competitividad, lo cual provoca falta de confianza en el país y un golpe a los consumidores. Pareciera que todo va a estar bien cuando lleguemos a ese oasis.
Desafortunadamente, la ideología es tan fuerte que olvidamos lo que es un espejismo. El oasis desaparecerá cuando la realidad se empiece a concretar tarde o temprano. Las implicaciones de la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica crean un espejismo energético; que nos costará, le costará a CFE, al gobierno, y a nosostros los mexicanos.
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