El verdadero drama de las energías renovables (hidroeléctricas, eólicas, solar, biomasa) está en su aprovechamiento, transporte y, muy especialmente, en su almacenamiento que, en este momento, es vital para su éxito o fracaso
Jaime Sánchez Nieto
General Manager LATAM SWEARIT.io
No cabe duda de que el mundo camina, inevitablemente, hacia una transición de energías renovables, cada vez con mayor “pujanza”; pero ¿de forma real, efectiva y eficiente?, o nos aboca a “morir en el intento” por sus costes y su ineficacia.
De repente, como si del año 1973 se tratase, estamos inmersos en la mayor crisis energética de nuestra historia reciente y en encrucijada de modelos energéticos. ¡Estamos inmersos en un trienio “horribilis!”: dos años de pandemia y ahora, en el tercero, un conflicto geopolítico en Europa; continente líder en movimientos de transición energética por su dependencia de energías fósiles que no produce.
De repente, insisto, el equilibrio y las inversiones en transición energética se ven truncadas por el conflicto que enfrenta a Rusia (miembro de la OPEP y el mayor productor de gas del mundo) contra Ucrania y el resto de los países OTAN, especialmente Europa. Un conflicto que pone en el foco universal el papel determinante de la energía y lo vulnerable que somos… pero también lo débil que es el mix de energías renovables frente a las óseas y nuclear (a pesar de su “rechazo” tras Chernóbil y Fukushima) y nos plantea la gran pregunta: ¿las renovables son panacea o la solución?
Un par de datos: México ha hecho un verdadero avance en su transición energética en renovables, pues se trata de uno de los 15 países con mayor inversión en la generación de infraestructuras, plantas, parques eólicos, etc. en 2019; consiguiendo en 2020 el 43.6% de su CEF del total de energía producida en el país.
No obstante, el verdadero drama de las energías renovables (hidroeléctricas, eólicas, solar, biomasa) está en su aprovechamiento, transporte y muy especialmente, en su almacenamiento que; en este momento, es vital para el éxito o fracaso de las energías, al punto de plantearse una red alternativa que suponga el valor diferencial frente a
las energías fósiles.
Se explica así: la primera circunstancia es el proceso de producción y transmisión en la red.
Las eólicas tradicionalmente suelen aprovechar las noches como el momento de máxima carga, pero también es el período de menor consumo.
Las hidráulicas son muy importantes y van emparejadas (las hidráulicas de bombeo son pujantes, sobre todo en Europa, Israel y China) a los picos de producción que no siempre van al mismo ritmo que la demanda; y bien pueden darse las paradojas que, por avatares de la climatología, se tenga un pico de producción que contraste con una demanda no sincronizada.
Las renovables funcionan y son rentables si la producción y demanda van de la mano, cuestión que casi nunca ocurre; y el excedente de producción provoca una “desconexión” de la red principal para no saturar y colapsar el sistema.
El segundo factor es no tener un verdadero sistema de back up o almacenamiento. El “quiz pro quo” del mantenimiento real de esa alternancia y sustitución de las fósiles por las renovables.
Y esas soluciones deben ser macro y micro. En esta última (consumo particular) ya se aplican soluciones a pequeña escala (uso de baterías de almacenamiento o vehículos eléctricos que permiten almacenar energía en sus baterías, carga o excedente), pero es la escala macro la que determina la viabilidad real o no; y esta se basa hoy por hoy en el sistema de back up que produce el agua.
El agua de los pantanos que debe ser bombeada up&down, de nuevo al pantano para rellenar el espacio y la generación que produce el salto del agua. Hoy por hoy es la más barata y alcanza un plus con el bombeo diurno, al aprovechar la aportación de las placas solares a la red; por lo que hace coincidir la producción con la demanda.
¿Y qué supone todo esto?
Ni más ni menos que buscar la eficiencia de la red, proceso que obliga a un papel relevante a la tecnología; pues automatizará e introducirá elementos que cambiará la trazabilidad, certificación y financiación de la propia red.
El bombeo añadido a nuevos tipos de batería es actualmente la alternativa de emergencia, pero no un respaldo sólido; como lo son las baterías de aire comprimido, de flujo, de gravedad, de supercondensadores, o térmico/químico. Incluso con producir hidrógeno verde, un conductor de almacenaje (genera calor); o también se puede conseguir por la vía térmica, aplicar a otros usos, por lo que no se pierde el remanente.
Debemos pasar de un proceso lineal y simple (sin control y cortoplacista, ciertamente) a un sistema fluctuante, complejo, lleno de interconexiones inteligentes a otras redes (nacionales e internacionales); para que se encamine a un flujo “más lineal” pero con control y aplicación, para que todo funcione… ¡y bien!
Y en esa parte; las tecnologías (muchas de ellas “commodities” por la acelerada implantación del último lustro) blockchain son garante de muchos de los procesos que han de hacer eficiente a toda la energía y, especialmente, a las renovables, por ese carácter “novedoso y de demanda no sincronizada” que se debe controlar y fiscalizar, según los paradigmas geopolíticos; como también la inclusión de objetivos sustentables (ODS de Naciones Unidas).
La tecnología blockchain genera transparencia, certifica, mide, asegura, traza procedencias y finalizaciones de la red y la producción; posibilita pagos y cobros, genera consensos entre proveedores, distribuidores y consumidores; pero, sobre todo, soporta el sistema y la comunicación de forma transparente e inmutable, por lo que es una tecnología
prioritaria para la eficiencia y los bajos costos y ahorros que permite.
De hecho, hay varias redes en el mundo y plataformas del sector que van encaminadas a facilitar finanzas, pagos; así como la trazabilidad y transparencia de la producción y distribución.
De los más relevantes, son el Energy Web Chain (plataforma mundial que permite desarrollar Appis en el sector empresarial energético); o como Global Gnd (México) que facilita la capitalización de grandes proyectos de desarrollo e implementación. Un tema apasionante que ayuda a las energéticas a compartir su poder y comunicación con los usuarios finales, cambiando paradigmas de demanda.
Pero sin lugar a duda; el tema relevante es que casi nadie habla del back up, almacenaje y la necesidad de redes alternativas (más sofisticadas y tecnificadas) para sustentar el gran desembolso de las energías renovables y hacerlas viables. El relato casi está ganado; ahora nos falta la parte administrativa y financiera de este sector para hacerlo competitivo, generando riqueza, obtención de valor y sin duda: rentabilidad y eficiencia.
De esto no se habla, pero la supervivencia y viabilidad de la apuesta renovable, más allá del reto tecnológico; está en el cómo transitar en este período de grave crisis, sin caer en la tentación de abandonar este proceso caro, extenuante, de muy largo plazo y con tantos billones invertidos en tantas y tantas parte del mundo.
Nos va en ello la sostenibilidad de nuestro planeta y modo de vida actuales, pero también un coste asumible por la sociedad y nosotros los consumidores… así parece. Hagamos que así suceda y demandemos sentido común a las renovables.
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