Pablo López Sarabia
Profesor-Investigador de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe
El 26 de marzo de 2020, la calificadora S&P recortó la calificación soberana de México un escalón para ubicarla en “BBB” con perspectiva negativa, al ajustar la calificación soberana de México y el entorno de caída de los precios del crudo ocasionada por las diferencias al interior de la OPEP+ y el COVID-19.
El COVID-19 ha representado un choque de oferta y de demanda al paralizar las actividades de ¼ parte de la población mundial. Las acciones de mitigación emprendidas a nivel mundial han limitado la movilidad de las personas y restringido las actividades productivas no esenciales, situación que ha llevado a una disminución de la demand a agregada y ha afectado las cadenas de suministros. Particularmente, EUA se ha convertido en el nuevo epicentro de la pandemia, al registrar un crecimiento acelerado en el número de infectados en los estados de California y Nueva York (éste último representa alrededor del 12% del PIB de EUA) situación que impactará negativamente a México dado sus lazos comerciales con el vecino del norte. Todo lo anterior, representa un riesgo a la baja en el crecimiento mundial y regional que inevitablemente llevará a una recesión mundial, reduciendo la demanda de energéticos y debilitando la capacidad fiscal de los gobiernos que tienen que enfrentar la crisis de salud pública.
Desacuerdos entre Arabia Saudita y Rusia desploman los precios del petróleo a niveles no vistos en muchos años. La falta de acuerdos al interior de la OPEP+ ha llevado a sus miembros a defender sus cuotas de mercado, ofreciendo agresivos descuentos y eliminado la posibilidad de recortes adicionales a la producción de crudo mundial que permita estabilizar su precio. La sobre oferta de crudo en un entorno de menor demanda ha reducido los precios del crudo significativamente, por ejemplo, el crudo Brent y WTI tocaron mínimos de 22 y 20 dólares el barril respectivamente. La situación parece que no se revertirá en el mediano plazo, ya que los efectos del COVID-19 se mantendrán al menos hasta el tercer trimestre del año y la producción de shale oil en EUA se mantiene relativamente estable por el respiro que ha dado la inyección de liquidez de la Reserva Federal, aunque esto podría tener un límite.
El entorno de incertidumbre que experimenta el mercado petrolero asociadas al COVID-19 y las tensiones al interior de la OPEP+; así como la debilidad fiscal de México y los problemas estructurales de PEMEX han llevado a un recorte en su calificación crediticia en moneda extranjera en un escalón, al pasar de BBB+ a BBB con perspectiva negativa. CFE y PEMEX se han convertido en las empresas estratégicas de la actual administración, inyectando una gran cantidad de recursos para apuntalar su desempeño operativo; sin embargo, las menores proyecciones de crecimiento económico debilitan la capacidad económica del gobierno, al tiempo que los recursos en el Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios son limitados para realizar acciones contra-cíclicas significativas y poder hacer frente al pago de las coberturas petroleras del siguiente año que sin duda serán más caras. Recordemos que el precio presupuestado del crudo para el 2020 quedó cubierto y garantizado a un nivel de 49 dólares el barril, situación que contrasta con el precio de cierre de la mezcla mexicana que a finales de marzo se ubicó en 10.74 dólares el barril. En este entorno, el 26 de marzo la calificadora S&P recortó la calificación de México en moneda extranjera, situación que en automático afectó la calificación de PEMEX.
Construir un PEMEX 2.0 es indispensable para darle viabilidad a la empresa productividad del Estado. En el 2020, se cumplieron 82 años de la expropiación petrolera y los desafíos para la empresa son significativos: i) estabilizar e incrementar la producción petrolera, ii) reducir los pasivos laborales, iii) mejorar la productividad, iv) reducir su nivel de deuda, v) mantener una administración de riesgo eficiente incluida la ciberseguridad, v) invertir en mantenimiento y generación de nueva infraestructura, vi) seguir combatiendo el robo de combustibles, vii) mejorar el flujo de operación, viii) realizar un plan de negocios que sea atractivo y detone la inversión público-privada, ix) gestionar un marco fiscal óptimo, x) coadyuvar a la certidumbre en la nueva política energética de la actual administración, xi) reglas claras a la inversión de capital privado en el marco del T-MEC, y xii) replantear la inversión en la nueva refinería. PEMEX sin duda es un orgullo para el país y un pilar de la actividad económica de México, además de ser semillero de un capital humano excepcional; por lo que darle una viabilidad económica y financiera es imperativo que no será fácil y que requerirá una refundación de la misma, con los costos que esto implica.
Por Dr. Pablo López Sarabia
Profesor-Investigador de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe. E-mail: plsarabia@tec.mx
OPEP+ y Coronavirus COVID-19 degradan calificación crediticia de PEMEX
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