Por Ramses Pech
Grupo Caraiva – Grupo Pech Arquitectos
En México, el consumo diario de Gas Licuado de Petróleo (GLP) es de aproximadamente 39 a 42 millones de litros. Del total, el 70% se importa y solo el 30% es producido por Petróleos Mexicanos (Pemex). De estas importaciones, alrededor del 65% llega por vía marítima, el 25% por transporte terrestre y el 10% a través de ductos.
Actualmente existen cuatro ductos para transportar este petrolífero en el país, con una capacidad conjunta de 52 millones de litros. Dos de ellos son privados. El más relevante es el Sistema Nacional de GLP, propiedad de Pemex, con capacidad para mover 38 millones de litros.
El almacenamiento de GLP cuenta con 34 permisos vigentes otorgados por la Comisión Nacional de Energía, distribuidos en 16 estados del país. La capacidad total es de 960 millones de litros, lo que equivale a entre 20 y 22 días de abastecimiento según la demanda actual. A ello se suman instalaciones en construcción que aportarán otros 101 millones de litros, suficientes para superar los 25 días de almacenamiento.
La principal vía para que el GLP llegue al consumidor final son las plantas de distribución. Estas instalaciones —fijas, diseñadas para recibir, almacenar y despachar el combustible— transfieren el producto desde grandes depósitos hacia recipientes de menor capacidad como cilindros portátiles, autotanques o tanques domésticos. Actualmente existen alrededor de mil 116 permisos de este tipo en todos los estados, siendo el Estado de México la entidad con más autorizaciones.
A partir de las plantas de distribución surge la principal problemática del mercado: el 80% de la operación depende de una logística eficiente para que el producto llegue a los hogares. En este proceso intervienen comercializadores, bodegas de expendio y autotanques, que complementan el traslado del combustible hacia zonas de difícil acceso o baja rentabilidad logística.

El sector doméstico concentra el 80% del consumo total, y es también donde la logística resulta más compleja y costosa. Los costos dependen, entre otros factores, de la ubicación y la distancia entre la planta de distribución y el consumidor final.
Con base en datos (2018–2020) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en el país existen alrededor de 39 millones de hogares, de los cuales 33 millones utilizan gas LP. Asimismo, 35 millones cuentan con estufa y 4 millones no disponen de este electrodoméstico.
Hoy es necesario evaluar si existe realmente un desabasto o si el problema radica en la logística. Aunque México cuenta con almacenamiento suficiente, recientes suspensiones en el ducto del Sistema Nacional de GLP y en el ducto Altiplano —por las inundaciones en Poza Rica, Veracruz— pudieron generar una reducción temporal del volumen almacenado.
Este último ducto se origina en el Centro Procesador de Gas de Poza Rica y se interconecta con el sistema principal. La imposibilidad de enviar producto para su almacenamiento, sumada al consumo diario, pudo haber llevado a la decisión de suspender temporalmente el envío de GLP para evitar complicaciones operativas.
Desde una perspectiva operativa y de seguridad, la decisión fue adecuada.
La logística del GLP en México enfrenta desafíos significativos que requieren inversión en infraestructura, mayor competencia, controles de seguridad más estrictos y una regulación más eficiente. Superar estos retos es fundamental para garantizar un suministro seguro y confiable para millones de personas. Entre los principales problemas destacan:
Principales retos logísticos del GLP en México
- Infraestructura insuficiente y obsoleta: gran parte de las plantas de almacenamiento y distribución presenta una antigüedad considerable y carece de mantenimiento o modernización. Esto limita su capacidad y genera cuellos de botella.
- Dependencia de la importación: la producción nacional no cubre la demanda, por lo que México depende en gran medida de las importaciones —principalmente de Estados Unidos—. Cualquier interrupción internacional afecta de inmediato la disponibilidad interna.
- Distribución geográfica desigual: las regiones alejadas de los centros de acopio enfrentan mayores retos logísticos, incrementos de precio e incluso episodios de desabasto.
- Falta de competencia y concentración del mercado: el sector está altamente concentrado, lo que reduce la competencia y puede favorecer prácticas anticompetitivas como el control de precios.
- Inseguridad y robo de combustible: el “huachigas” —robo de gas y tomas clandestinas— continúa en aumento, con pérdidas económicas y riesgos para comunidades y personal operativo.
- Regulación compleja y burocrática: los trámites de permisos y certificaciones suelen ser lentos, lo que retrasa la apertura de instalaciones o el ingreso de nuevos participantes.
- Problemas de transporte interno: la red de autotanques y ferrocarriles enfrenta deficiencias en infraestructura, bloqueos y problemas de inseguridad que afectan la entrega puntual.
El GLP es un combustible para el que la autosuficiencia resulta difícil de alcanzar debido al aumento constante de la demanda y a la dependencia de las importaciones. Una interrupción súbita de estas podría derivar en una crisis energética con graves consecuencias sociales, económicas y ambientales. Por ello, se requiere una estrategia integral que reduzca la dependencia externa, diversifique fuentes y proteja a la población frente a posibles desabastos.
México aún tiene capacidad regulatoria sobre los precios del mercado, dado que las empresas muestran poca disposición a invertir en mejoras logísticas ante la ausencia de condiciones que incentiven nuevas inversiones.
En este sentido, invertir en infraestructura de ductos para transportar GLP hacia plantas de distribución permitiría reducir costos derivados del transporte desde refinerías o importaciones por carretera. Esta reducción podría reflejarse en precios más bajos para el usuario final. Sin embargo, sin políticas públicas que impulsen la transición energética, el mercado podría permanecer sin cambios durante las próximas décadas.
Queda abierta la pregunta de si México podrá adoptar en algún momento el uso generalizado de estufas eléctricas, lo cual dependería de un plan sólido para dejar de utilizar combustibles fósiles en la generación eléctrica y priorizar energías renovables y sostenibles.
¿Cuál es su opinión al respecto?





