En Valle de Bravo, un entorno donde el bosque y el lago dictan la identidad del paisaje, el arquitecto Luciano Gerbilsky diseñó la Hanging House como un manifiesto de respeto ambiental. La propuesta parte de una pregunta esencial: ¿cómo construir sin alterar la naturaleza? La respuesta fue una vivienda que se adapta al terreno en lugar de dominarlo, suspendida para reducir su huella y potenciar la experiencia del entorno.
La Hanging House no es solo un ejercicio de innovación arquitectónica, sino también una reflexión sobre el papel de la vivienda en el presente: un espacio donde la sostenibilidad y la conexión con el medio natural se convierten en el núcleo del diseño. Para Gerbilsky, se trata de demostrar que la arquitectura puede ser una aliada del paisaje, generando un diálogo fluido entre lo construido y lo que lo rodea.
La técnica y la estructura Hanging House
En el diseño de la Hanging House, el arquitecto Luciano Gerbilsky enfrentó uno de los retos más complejos de su carrera: resolver la estabilidad de una casa en un terreno con fuertes pendientes y rocas de gran tamaño. Para él, la dificultad no fue un obstáculo, sino una oportunidad para proponer un sistema constructivo innovador. “Teníamos un terreno accidentado y había que decidir: ¿lo rellenamos o lo usamos como está? Optamos por lo segundo. La casa se apoya en pilotes y se suspende en el aire, respetando la topografía”, explica.
El proyecto planteó un esquema en módulos elevados que se conectan entre sí, logrando que la estructura se desarrolle en varios niveles. Esta disposición no solo facilita la adaptación al relieve, sino que también ofrece múltiples perspectivas hacia el paisaje. “La casa no pisa el bosque, lo bordea y lo abraza. El contacto con la naturaleza no se interrumpe”, comenta el arquitecto, subrayando que la solución técnica permitió disminuir el impacto ambiental sin renunciar a la comodidad de los espacios.
Al mismo tiempo, el carácter suspendido de la vivienda abrió la posibilidad de explorar una estética singular, en la que el contraste entre lo ligero y lo macizo se vuelve protagonista. El concreto y la madera, materiales principales de la obra, se colocan de tal manera que generan un equilibrio entre la solidez de las rocas y la ligereza de las plataformas flotantes. “La casa no es un bloque; es una sucesión de planos y volúmenes que parecen estar en movimiento”, señala Gerbilsky.
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La experiencia espacial
Más allá de la técnica, la Hanging House busca ofrecer a sus habitantes una vivencia inmersiva en el entorno natural de Valle de Bravo. Cada espacio fue diseñado con la intención de abrirse hacia el exterior, capturando distintas vistas del bosque y del lago. “No se trataba solo de resolver un problema estructural, sino de crear una experiencia. Desde cada habitación puedes sentir que estás flotando entre los árboles”, explica Luciano Gerbilsky.
Las terrazas y los ventanales juegan un papel central en esta idea: actúan como prolongaciones del interior hacia el paisaje. La luz natural penetra de manera controlada y cambia la percepción de los espacios conforme avanza el día. El arquitecto destaca que la distribución escalonada de la casa permite que los recorridos se conviertan en una especie de viaje sensorial. “Uno baja o sube y siempre descubre algo distinto: un ángulo nuevo del lago, una roca que entra al espacio, un árbol que se integra al pasillo”, señala.
Este juego entre el adentro y el afuera se complementa con un manejo consciente de la escala. En lugar de imponer volúmenes masivos, la vivienda se fragmenta en piezas que dialogan con el bosque circundante. Así, la experiencia espacial no solo se define por el movimiento dentro de la casa, sino también por la relación visual y física que establece con el terreno.
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Materialidad y sostenibilidad
La Hanging House también se distingue por la selección de materiales que refuerzan su integración con el entorno. Concreto, madera y cristal conviven en un lenguaje sobrio, que busca transmitir solidez sin perder ligereza. “Queríamos que la casa pareciera surgir del terreno, no que se impusiera sobre él”, explica Gerbilsky, subrayando la importancia de que la construcción acompañe la topografía en lugar de modificarla.
El arquitecto enfatiza que la sostenibilidad no se limita a las tecnologías aplicadas, sino que comienza desde la concepción misma del proyecto. La ventilación cruzada, la orientación de los espacios y la captación de luz natural reducen el consumo energético, mientras que la elección de materiales locales disminuye la huella ambiental. “El verdadero reto es pensar en cómo construir sin agredir al paisaje. Para mí, la sostenibilidad es un diálogo constante con el lugar”, asegura.
En este sentido, la Hanging House se plantea no solo como una residencia de lujo, sino como un manifiesto arquitectónico que reflexiona sobre cómo habitar de forma consciente. Su diseño evidencia que la innovación estructural y la sensibilidad ambiental pueden convivir en una misma propuesta, invitando a repensar el papel de la arquitectura en la relación entre ser humano y naturaleza.