La economía en México creció 1.9% en el segundo trimestre comparado con el mismo periodo del año previo.
En otras épocas este crecimiento era mediocre y al parecer ahora es motivo de celebración, cuestión de enfoque. Más allá de ello, lo cierto es que el cierre del año no se ve tan alentador, por lo que no es oportuno echar las campanas al vuelo tan pronto.
Las últimas estimaciones para el Producto Interno Bruto (PIB) indican que la economía creció 1.94% anual en el segundo trimestre y 1.0% respecto al trimestre anterior. Para sorpresa de muchos, el dato es mayor a lo esperado. Consultores Internacionales, S.C.® estiman entre 1.2% y 1.5% anual. Desde esa “pobre” y “pesimista” perspectiva, la noticia es positiva, aunque no necesariamente de celebrarse.
Al revisar nuestra economía, se apreciarán cuatro tristes realidades del crecimiento. La primera y bien sabida de que seguimos 0.17% por debajo del nivel pre pandemia. La segunda es que nos falta crecer 1.06% para llegar el máximo alcanzado durante el tercer trimestre de 2018. La tercera es, que debido al “achicamiento” de la economía, el tamaño del producto es similar al de 2017; es decir, retrocedimos cuatro años y medio. Por último, la cuarta y más lamentable, es que de haber continuado con la tendencia de crecimiento entre 2012 y 2018, la economía debería ser 10.4% mayor que la actual. Desde esta perspectiva, la noticia más que positiva, resulta insuficiente. En todo caso, ya lo pasado, pasado; ¿qué viene hacia adelante?
La economía estadounidense ya presentó dos trimestres negativos, no son buenas noticias para México. La definición más popular de recesión refiere a los famosos dos trimestres, pero en realidad es más compleja ya que involucra profundidad, difusión y duración y no solo del PIB; sino de un conjunto de indicadores como ingreso de hogares, empleo, producción industrial y ventas minoristas y mayoristas. Por ahora Estados Unidos no está en recesión, pero la tendencia de los indicadores, la inflación y las alzas en tasas de interés, indican que lo estará al cierre del año.
México difícilmente evitará la recesión de Estados Unidos. Más allá del acoplamiento o desacoplamiento entre ambas economías, la inflación, los créditos más caros (por alza en tasas) y un mayor ahorro por la expectativa de “tiempos difíciles”; impactarán en un menor consumo estadounidense. Basta decir que más del 80% de las exportaciones mexicanas se dirigen al vecino del norte. Ante ello, es muy probable que el crecimiento mexicano comience a debilitarse entre el cierre del 2022 y el inicio del 2023.
Ciertamente el crecimiento de 1.9% hoy se celebra cuando ayer se criticaba. Es cuestión de perspectiva, de enfoque y hasta de memoria; lo cierto es que el potencial de México es superior al 2%, pero diversos factores merman esa capacidad. En ediciones previas de este artículo se abordaron los mensajes negativos a la inversión: menor inversión pública, militarización de la logística nacional (puertos, aduanas, aeropuertos), terquedad energética y posibles sanciones arancelarias, falta de certeza jurídica y Estado de Derecho, entre otros. Se necesitan más políticas y menos rifas.
En la actualidad, las pocas oportunidades hay que saber identificarlas y tomarlas sin titubeos. Entre los posibles salvavidas de este año se logran distinguir al menos tres: el nearshoring con Estados Unidos en la región norte y en los sectores de exportación; el Istmo de Tehuantepec con el corredor que impulsará a diez parques industriales en medio de la nada -por ahora-, pero con proyección a todo el mundo; y a nivel nacional el fortalecimiento del encadenamiento productivo con la próxima política industrial.
Son tiempos de aguantar, de protección, pero sobre todo de prepararse. Cámaras y empresas deberán tomar la decisión sobre qué enfoque quieren seguir: el que celebra el 2% de tiempos difíciles o el que se sabe con potencial para crecer más. Sin duda habrá riesgos, pero si dos certezas: viviremos meses sin crecimiento y con inflación; y los desarrollos regionales y sectoriales se están dando, solo hay que identificarlos. La diferencia está en la planeación.
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