La seguridad energética vino a menos con la política de alentar la competencia mediante la entrada indiscriminada de combustibles importados
Desde la izquierda
Víctor Rodríguez Padilla
Especialita en el sector energético
El índice de sostenibilidad energética ha retrocedido 26% desde 1990. México no ha logrado equilibrar la política energética. Las prioridades han variado de gobierno a gobierno. El ambiente ha quedado sistemáticamente en desventaja frente a otras prioridades.
Los cambios de contexto y los imperativos de la hacienda pública han socavado voluntades. Los ingresos obtenidos durante el periodo de jauja petrolera no se utilizaron para disminuir la huella de carbono. La abundancia de hidrocarburos ha dificultado los cambios. La precariedad de las finanzas públicas impulsó el extractivismo. Sobran discursos, sin embargo, faltan inversiones.
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Transición energética
No es posible entender las tendencias de los últimos 30 años sin mencionar que la transición energética ha ocurrido a la par de una transición organizativa, regulatoria e institucional que ha dejado atrás el monopolio público para adoptar un modelo de mercado. No han faltado sinergias, pero tampoco antagonismos, por ejemplo, la privatización ha propiciado mayor aprovechamiento de las energías renovables, pero también, el surgimiento de intereses en la industria petrolera que se resisten al cambio de paradigma, a su vez, la seguridad energética vino a menos con la política de alentar la competencia mediante la entrada indiscriminada de combustibles importados.
La transición inició bajo la influencia de la Cumbre de Río de Janeiro (1992) y la negociación ambiental que condicionó la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1993). El cuidado del ambiente se incorporó, definitivamente, dentro de las prelaciones de la política energética, aunque en competencia con otros objetivos.
Entre 1993 y 1994 entró en vigor una estricta normatividad en materia de emisiones generadas por combustibles fósiles. Para cumplir con las normas ambientales se impulsó el consumo de gas en la industria y la generación de electricidad. El aumento de la demanda sería cubierto con la producción de Pemex, abundante en aquella época, y eventualmente con importaciones. Esa sustitución energética implicaba la reconfiguración de las refinerías para reducir hasta eliminar la producción de combustóleo. En 1999 se puso en marcha un vasto programa de construcción de centrales de ciclo combinado operadas con gas natural para reemplazar a las centrales eléctricas adictas al combustóleo.
Parques eólicos y granjas solares
Durante los años 2000 se alentó la construcción de parques eólicos y granjas solares para la venta de electricidad a la CFE o a grandes consumidores. En 2008 se expidió la Ley para el Aprovechamiento de Energías Renovables y el Financiamiento de la Transición Energética, así como la Ley de Aprovechamiento Sustentable de la Energía. Para 2012 se creó la Ley General de Cambio Climático. Y en 2015 se aprobó la Ley de Transición Energética, se estableció la Estrategia de Transición para Promover el Uso de Tecnologías y Combustibles más Limpios y se pusieron en marcha programas especiales en esos ámbitos. Ese mismo año, México firmó el Acuerdo de París y un año más tarde iniciaron las licitaciones para comprar electricidad proveniente de centrales que aprovecharán fuentes renovables de energía.
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Decisiones que desbalancearon la ecuación
A primera vista, México tomó las decisiones correctas para mejorar la competitividad, seguridad, equidad y sustentabilidad en el suministro de energía, pero también su robustez y resiliencia. Sin embargo, también tomó determinaciones que desbalancearon la ecuación y propiciaron el decaimiento de la sostenibilidad energética.
El gobierno vio en el petróleo la salida a la crisis financiera de 1994-1995 y acabó sobreexplotando Cantarell. El programa de reconfiguración de refinerías quedó trunco. Se optó por aprovechar el gas barato de Estados Unidos sin salvaguardas contra riesgos geopolíticos y el descuido lo pagamos caro, además, por falta de inversión cayeron las reservas, declinó la producción y aumentó el desperdicio y la contaminación. La inversión se concentró en el petróleo, pero se tiró el dinero en Chicontepec. Las reservas colapsaron debido a la extracción acelerada y la falta de nuevos descubrimientos. Se descuidaron las refinerías y los combustibles importados inundaron el mercado. La balanza petrolera se hizo deficitaria y el país se convirtió en importador neto de energía. La apertura trajo consigo la elevación del precio de los combustibles con impacto notable en la economía familiar.
Conclusiones
Y las malas decisiones no cesan. Con tal de conseguir la autosuficiencia en gasolina se descuida todo lo demás. La dependencia del gas importado alcanza el 96% ya descontando lo que consume Pemex, prácticamente todo viene de un país que solo ve por sus propios intereses. La pobreza energética avanza y la transición está detenida. La cuarta transformación (4T) aún tiene tres años para corregir el rumbo.
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