Durante 2020, la humanidad tuvo que lidiar con la aparición de un diminuto virus que fue capaz de detener la economía mundial
Ramsés Pech
Grupo Caraiva – León & Pech Architects
0.00012 milímetros (0.12 micras) hicieron que el mundo aprendiera a valorar la forma en como interactúa el ser humano.
Esta dimensión que ocupa un espacio en nuestro hábitat, el coronavirus, contrajo a todas las economías del mundo. Determinó la vulnerabilidad que tienen el hombre ante el corte de la cadena de comunicación, logística, y suministros; para realizar las actividades cotidianas a las que está acostumbrado el raciocinio de cada individuo.
Estos últimos 9 meses indicaron que estamos en guerra ante algo invisible para el ojo humano, pero no para la naturaleza. La realidad es que este ente no está en guerra con nosotros; fue fecundado ante un cambio ocasionado por algún fenómeno natural o sintético, y tuvo que buscar cómo sobrevivir, para poder ser parte y ocupar un lugar en el planeta. Las consecuencias de su desarrollo: una afectación directa hasta el momento solo al homo sapiens.
El virus no razona, se adapta; no planea sobrevive, y estará por muchos años como parte de nuestra cotidianeidad. Nosotros debemos investigar el cómo nuestro organismo deberá adaptarse para convivir con estos cambios y en la forma de reforzar nuestro organismo; para ser más resistente a este y a los que estén por ocupar un espacio en el futuro.
Recordemos que todo cuerpo ocupa un espacio, y aunque los virus tienen dimensiones no visibles, también ocupan un sitio en el entorno, dentro o fuera de los organismos.
Este cuerpo con masa definió en este 2020 que la humanidad puede crear infraestructura para mover grandes industrias, comercios, transportes y comunidades. Para lo cual requiere de energías primarias, de tecnología, de investigación, con un fundamento principal; la interrelación económica continúa de acuerdo a las transacciones financieras para lograr beneficios tangibles, basándose en tener el dinero suficiente para hacer frente a cualquier variación.
Afectaciones por un virus de 0.12 micras
Los gobiernos, las empresas e industrias, el comercio y el transporte, hasta los hogares, antes de la pandemia tenían planes de crecimiento y una visión determinada. Pero 0.12 micras rompieron los esquemas de cada misión para llegar al objetivo programado. Este ente, molécula o ser vivo inerte, ha definido la vulnerabilidad de cada uno de nosotros en nuestros planes.
Actualmente, de mayo a la fecha se vive un dogma financiero, basado principalmente en buscar una vacuna y esto ha sido ligado a una incertidumbre del cuándo y de cuánto será efectiva. Lo que ha mermado en algunos países en el raciocinio de llevar una estadística acrónica diaria del número de contagios, decesos y del número de camas disponibles; pero la realidad única es que “no sabemos qué hacer hasta el momento”.
Esta definición deriva en la pérdida de credibilidad diaria entre la humanidad, y trae como consecuencia el no poder fundamentar un plan real de mediano plazo.
Muchos de los presupuestos realizados por los países, no contemplaban esta variación en la ecuación financiera, dando a lugar a tener que recurrir a la colocación de una mayor cantidad de recursos en donde no se había contemplado. Y no me refiero a la parte de salud, sino a mantener las económicas vivas y a minimizar los riesgos financieros en el mediano plazo (el que no lo realizó, podría tener una muy empinada cuesta de recuperación).
Algunas naciones decidieron continuar apoyando a sectores con empresas que son vitales para el crecimiento económico; no por gusto, sino con base a las experiencias de cada uno; al evaluar cuál sería su deficiencia de negociación, interrelación y posicionamiento, ante otras naciones que hacen intercambios comerciales con ellos.
La decisión que se tomó en general en el mundo, fue la de “minimizar el número de gente económicamente activa que contraiga las 0.12 micras”. La estrategia fue mantener en el hogar a la población, ante la alta incertidumbre por la falta de conocimiento; y se ligó principalmente a una guerra ficticia contra el virus por medio de la creación rápida de una vacuna.
Planes a largo plazo
Este raciocinio fue bajo un sentido común de supervivencia. Pero al habernos convertido en un planeta de intercambios financieros tangibles, basados en energías primarias; trajo como consecuencia inmediata lo que en un mundo ideal escrito supone la debacle de una economía: la contracción en el consumo.
El consumo significa mercados, y estos están definidos con un volumen de servicios, productos o dinero para su movilidad; los cuales dependerán de qué tanto se mueve el peculio entre la sociedad.
¿Cuántos virus de COVID-19 pueden infectar a un organismo vivo con raciocino? No sabemos. Pero sabemos que el grosor de un cabello es de 70 micras, por lo que ahí caben mil virus en fila. Es decir, con un cabello, se pueden cerrar miles de industrias, comercios y servicios, colapsando a todo un sistema.
Estas 0.12 micras no conocen ideologías, pero sí afecta a economías carentes de una adaptación continua de interacción. El mundo actual no fue creado por una ideología definida, fue una mutación camaleónica evolutiva, con base en cubrir las necesidades de la humanidad para la supervivencia y comodidad.
Es hipócrita e inmaduro no pensar que definimos nuestra supervivencia basada en una interacción financiera, o en la incertidumbre del dinero; a mayor inseguridad, más necesidades creamos para el hombre. Eso continuará, hasta no encontrar un equilibrio entre la necesidad del poder y la convivencia.
Las administraciones de los gobiernos no fueron concebidas para tiempos definidos de cada persona en turno; fueron para crear planes a largo plazo que puedan ser adaptados ante cualquier cambio en el entorno. Dejar de creer y pensar que en el siglo XXI somos independientes, es pensar que 0.12 micras no hacen nada.
¡Aprendimos! o ¿realmente aprendimos?
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