Pablo Ernesto Ramírez Granados
Especialista en Energía y Cambio Climático, Greenpeace México
En México, la generación de electricidad ha sido monopolizada por el Estado y el usuario siempre ha tenido un rol pasivo de consumidor en un mercado sin alternativas.
La generación eléctrica distribuida a partir de recursos renovables, rompe con esa lógica de consumidores pasivos y empodera a la gente, haciéndolos participar del mercado desde un rol de productor/consumidor en el cual los ahorros y eficiencias en el uso de la energía, en ciertas modalidades de generación, son recompensados económicamente al inyectar energía renovable a la red de transmisión.
Este modelo de generación de energía podría hacer la diferencia, romper con el modelo centralista que ha caracterizado al sector eléctrico y avanzar hacia un nuevo modelo que impulse la soberanía energética desde y para las comunidades, ya sean urbanas o rurales. ¿Imposible? No. Más que posible en un país como México que tiene un gran potencial para producir energía solar domiciliaria, ya que en mas del 70% de nuestro territorio existen los recursos renovables necesarios para instalar paneles solares.
Sí, este modelo de energía distribuida que, según descripciones retomadas por la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía, se refiere a la generación o el almacenamiento de energía eléctrica a pequeña escala, lo más cercana al centro de carga, con la opción de interactuar (comprar o vender) con la red eléctrica y, en algunos casos, considerando la máxima eficiencia energética, se podría impulsar desde los hogares. Sin embargo en el presente, el costo de instalación de un sistema fotovoltaico sigue siendo uno de los obstáculos más grandes para su acceso, es por esto que el Estado tiene que adoptar una participación proactiva en la generación de mecanismos de financiamiento para fomentar el acceso a este tipo de tecnologías, esto puede conseguirse reenfocando los recursos destinados a subsidiar la electricidad generada a partir de combustibles fósiles y trasladarlo al financiamiento para la compra de estos sistemas.
Un cambio de esquema en la generación de esta índole representaría la democratización de la energía y un avance en la ruta hacia la soberanía energética. Actualmente se calcula que más del 30% de los hogares del país se encuentra en situación de pobreza energética, es decir, no cuentan con los recursos energéticos necesarios para satisfacer sus necesidades básicas o bien destinan una parte elevada de sus ingresos a este rubro.
La soberanía energética es muy importante para el desarrollo nacional y puede ser un elemento clave para combatir la profunda inequidad que existe en nuestro país. Poder contar con energía accesible, limpia y suficiente puede mejorar sustancialmente la calidad de vida de la población, pero no pensemos que la soberanía llegará a través de los combustibles fósiles porque se trata de un recurso que ha disminuido considerablemente y cuyo acceso se vuelve cada vez más caro y complicado, y que por si fuera poco contribuye a agudizar la crisis medioambiental que pone a nuestro país en un alto riesgo.
Es tiempo de voltear hacia otro tipo de recursos renovables que son abundantes en el territorio nacional y que resultan una oportunidad para combatir y adaptar nuestro país al cambio climático y al mismo tiempo combatir la inequidad en el acceso eléctrico.

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