En el último lustro, decenas de grandes empresas a nivel mundial anunciaron, con alaraca, ambiciosos compromisos medioambientales. Una gran mayoría ha replanteado los plazos o, de plano, dejado en el aire el alcance y fecha.
Santiago Barcón Palomar
CEO de PQ Barcon
Como era de esperarse, las grandes empresas cedieron a la presión de los medios y grupos defensores del medio ambiente, comprometiéndose a metas no solo extremadamente ambiciosas, sino en una gran mayoría, irrealistas. Colocaron al nivel más alto de sus organizaciones a responsables para implementar estas metas y ningún compañero de trabajo, en su sano juicio, arriesgaría su cuello cuestionando las metas planteadas desde el Consejo.
El efecto dominó funcionó como libro de texto: si x lo hace no podemos quedarnos atrás. Y si x promete w, nosotros, faltaba más, vamos por 3w.
Cuando alguien se atrevía a cuestionar la viabilidad de las metas, las críticas eran iracundas, sin escuchar los argumentos, porque no querían enfrentar los hechos. Esto es común cuando existe miedo, en este caso el fin del planeta, y se tornan en fundamentalistas que no escuchan puntos de que comprometan sus creencias.
Por supuesto que su objetivo es loable y todos los queremos, pero hay que tener muy claro lo que es posible de lo irrealizable, a menos de que sacrifiquemos, muy significativamente, nuestro nivel de vida.
La causa de estos yerros viene, en mi opinión de lo que en 1949 el filosofó inglés Gilbert Ryle en su libro The Concept of Mind (traducido al español como “Concepto de lo Mental” en el 2005, pero muy difícil de conseguir) llamó Category Mistake, confusión de categorías en español. Se refiere a que, a veces atribuimos algo a la cosa equivocada sin darnos cuenta de que pertenecen a categorías lógicas bien distintas. El ejemplo se ilustra muy bien con el visitante a Oxford, donde Ryle impartió clases por décadas, y después de ver los edificios, aulas, biblioteca y dormitorios, pregunta: y, ¿dónde está la universidad?
La confusión de categoría proviene de pensar que la transición energética consiste solo en reemplazar combustibles que generan CO2 con alternativas libres de carbón. Este error es sumamente grave porque no permite percatarse de la magnitud del reto. Para ponerlo en perspectiva, el costo de la transición energética equivale al 10 % del PIB mundial y, si tomamos en cuenta que los países en vías de desarrollo no pueden asumir más del 2 %, si acaso, los avanzados tendrían que destinar el 20 % de su economía anual para tener los recursos necesarios.
A bombo y platillo los compromisos.
Aunemos que hay enormes incertidumbres, por ponerlo en modo optimista, de la viabilidad de la gran mayoría de las alternativas tecnológicas planteadas y el reto, ya de por sí inasumible, se torna en una verdadera quimera.
Por supuesto, tenemos que continuar el camino, pero con metas realistas, económicamente asumibles y sin escenarios apocalípticos. Supongamos que se plantea un plebiscito, limitemos al G7: “¿Estaría usted dispuesto a disminuir su ingreso en 20 % por los próximos 30 años para salvar al mundo de una catástrofe climática?”; no creo que más del 5 % conteste a favor.
Las cantidades de inversión son tan grandes, (cierto, algunas nuevas tecnologías podrían disminuir el impacto), que ninguna nación puede asumir el reto. Vamos, ni la cuarta parte.
Olvidémonos de los gobiernos, que a todas luces no pueden asumir compromisos de esa envergadura. Las empresas, por mayor valor de capitalización que tengan, es evidente que no asumirán más compromisos y se retractarán, sigilosamente de los adquiridos o, ya bien tal y como veremos más adelante, modificando los parámetros.
Daremos algunos ejemplos. Empecemos con Equinor, la empresa petrolera noruega, que ha creado -a base de petróleo- un estado que brinda a todos sus ciudadanos un nivel de vida muy alto. Se comprometió en 2021 invertir más en energías limpias que en combustibles fósiles, para desdecirse en febrero pasado y eliminó la meta del 2030 y redujo los planes de inversión por “el ritmo desigual de la transición energética”.
Shell, la petrolera angloholandesa prometió en febrero de 2021 reducir en 45 % la intensidad de carbono para el 2035, y el año pasado canceló el compromiso por “incertidumbre en el cambio de la transición energética”. BP, antes British Petroleum, abandonó, después de reducir la meta, sus objetivos de disminución de huella de carbono. No estaría mal recordarles a Peter Drucker: “La mejor manera de predecir el futuro es crearlo”.
Santiago Barcón.
Mencioné primero a estas empresas por su origen petrolero, tienen más cuentas pendientes. Debemos de reconocer que ExxonMobil se ha mantenido fuera al igual que Chevron y ¡sorpresa! el valor de su acción ha superado a los competidores, en algunos casos hasta en 6 veces. Por supuesto, los accionistas de los competidores se percatan y exigen no quedarse atrás.
Si solo las petroleras fueran las que incumplen sus compromisos, la tendencia sería más comprensible, pero no es así. Amazon aplazó sus objetivos para el 2040. Delta, la aerolínea, suspendió la compra de bonos de carbono y pospuso la meta de cero emisiones netas al 2050. También los bancos, HSBC movió su meta del 2030 al 2050. Royal Bank of Canada prometió prestar 365 mil millones de dólares a proyectos sostenibles en el 2021, objetivo que está archivado.
Básicamente todas las empresas han practicado lo que se conoce como “greenwashing” la traducción más cercana sería ‘baños de pureza verdes’. Es normal que ocurra, el valor de mi acción no se penaliza y quedo fuera del radar, pero además creo que hay un objetivo más perverso: “Para la fecha del compromiso yo ya voy a estar retirado”, así que, el que venga atrás, que lo solucione.
Como soy optimista, sé que iremos encontrando las soluciones en forma gradual, pero debemos asumir que el camino trazado no lleva a ningún lado. Platicaba con amigos recientemente de la disminución de la tasa de natalidad en México y les pregunté: ¿a qué se debe? Las respuestas fueron variopintas, desde “la familia pequeña vive mejor” hasta la disponibilidad de anticonceptivos. Les sorprendió que la razón principal fueron las telenovelas: “los exitosos y los guapos no tienen más de dos hijos”. El cuidar el medio ambiente tiene que usar todas las herramientas que tengamos disponibles; pero el plantear metas irrealizables es, sin duda, la peor de todas.
Esta columna ‘A bombo y platillo los compromisos, sin hacer el menor ruido el retiro’ se halla en la edición agosto de Energía Hoy: Edición digital EH No 240 agosto 2025
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