El mundo está cambiando de manera irreversible, impulsado por la decisión de Estados Unidos de eliminar la incertidumbre sobre el posible desarrollo de armas nucleares por parte de Irán. Esta acción ha provocado un reposicionamiento mundial, marcado por una jugada estratégica de carácter tecnológico, energético y económico que definirá el rumbo del Siglo XXI a corto y mediano plazo
Ramsés Pech
Grupo Pech Arquitectos
El 21 de junio de 2025, Israel y Estados Unidos dieron un paso fundamental para la estabilidad energética y económica de Medio Oriente y, por extensión, del mundo. A partir de ahora, la movilidad del capital global dependerá de la capacidad de cada país para integrarse en las interacciones comerciales internacionales, así como de los recursos y tecnologías de los que disponga.
Los países no buscan la guerra; su objetivo principal es asegurar el futuro. En el contexto actual, el intercambio de productos y servicios, así como el acceso a recursos que una nación no posee, depende de las alianzas comerciales, tecnológicas y energéticas. Además, la inteligencia artificial se ha convertido en una herramienta esencial para la toma de decisiones estratégicas de cara al futuro.
La operación “Midnight Hammer” empleó una variedad de armas de alta potencia, incluyendo bombas GBU-57, 30 misiles Tomahawk y aviones B-2 Spirit. También participaron aviones de combate para la supresión de objetivos de alta velocidad y un submarino de la Armada estadounidense en el Golfo Pérsico. Todas estas acciones tienen un costo significativo, que debe ser cubierto y, posteriormente, reabastecido, lo que implica la necesidad de generar nuevos recursos económicos para el país.
Estados Unidos ha demostrado, a lo largo del Siglo XX y lo que va del XXI, su capacidad para invertir estratégicamente en conflictos bélicos. El reciente episodio confirma su diversificación económica, energética y tecnológica. Antes de 2015, dependía de Medio Oriente y Rusia para abastecerse de petróleo y gas. Sin embargo, tras el desarrollo de los campos de shale y el incremento de su producción, logró convertirse en exportador y en el principal productor mundial de hidrocarburos.
Este fortalecimiento de Estados Unidos representó una amenaza para la estabilidad del mercado petrolero, ya que muchos países de Medio Oriente dependen en gran medida de las exportaciones de crudo, como es el caso de Irán, donde estos ingresos representan entre el 60% y el 70% del total nacional. En respuesta, en 2016 surgió la OPEP+ con el objetivo de contrarrestar la influencia estadounidense en la fijación de precios del petróleo. Sin embargo, el alto consumo interno de gasolina y diésel, junto con las exportaciones de crudo ligero (WTI), impidió que la OPEP+ lograra su cometido.
Actualmente, Estados Unidos controla buena parte del mercado de combustibles fósiles y ha implementado una segunda estrategia en 2025: la imposición de aranceles para reducir los déficits de las balanzas comerciales con distintos países y regiones. Esta medida ha distorsionado el balance comercial, especialmente con socios como México, y ha servido para frenar la entrada de productos y tecnología provenientes de China bajo tratados comerciales.
La llamada “guerra de los aranceles”, iniciada por Estados Unidos, ha generado ingresos extraordinarios para el país, recaudando alrededor de 37 mil 800 millones de dólares (756 mil millones de pesos) en aranceles de importación solo en abril y mayo, tras la implementación de las políticas del presidente Donald Trump. Esta cifra equivale al presupuesto de inversión de Pemex y CFE para 2025. Hasta ahora, estos aranceles no han provocado un aumento significativo de la inflación: en mayo, los precios al consumidor subieron solo un 2.4% anual, según la Oficina de Estadísticas Laborales, menos de lo esperado y apenas superior al 2.3% de abril.
Estados Unidos, en 2025, participa activamente en la fijación del precio del barril de petróleo gracias a sus exportaciones de crudo y derivados. La imposición de aranceles no ha impactado negativamente la inflación, lo que se traduce en mayores ingresos para la economía nacional. El objetivo es claro: mantener la hegemonía mundial y reducir la dependencia de países acreedores, disminuyendo el déficit presupuestario y la proporción de la deuda respecto al PIB. Por ello, el presidente Trump ha presionado al banco central para bajar las tasas de interés y reducir los pagos a los tenedores extranjeros de deuda, liberando así recursos para inversiones estratégicas.
La estrategia estadounidense se basa en la venta de petróleo, gas natural licuado y derivados, aprovechando la demanda global y la falta de políticas efectivas para abandonar los combustibles fósiles. Además, al ser el mayor consumidor mundial, Estados Unidos atrae inversión directa, evitando que sus empresas busquen mercados de alto riesgo. Así, fomenta la tecnología, la manufactura y la generación de ingresos en el país.
Estados Unidos ha consolidado una tríada económica para el futuro: combustibles fósiles, aranceles y atracción de inversión extranjera directa. La combinación de estos elementos permitirá reducir el déficit presupuestario y la deuda pública, además de financiar el desarrollo tecnológico y armamentista necesario para mantener su posición de poder global.
Por su parte, China depende de la exportación de sus productos, ya que su mercado interno no absorbe toda su producción. Rusia, en cambio, no es un país manufacturero y depende en gran medida de las exportaciones de hidrocarburos, situación que se ha visto afectada por la imposibilidad de suministrar gas natural a sus principales clientes europeos.
Europa, incluyendo el Reino Unido, depende de su relación comercial con Estados Unidos, ya que sus exportaciones están orientadas principalmente al mercado norteamericano. Con los nuevos aranceles, muchas empresas europeas se verán obligadas a invertir en Estados Unidos para mantener su competitividad.
Países como México, que dependen del mercado estadounidense, podrían verse afectados en el futuro si Estados Unidos reduce su necesidad de manufactura externa para sus marcas. Esto podría transformar un balance comercial actualmente negativo en uno positivo para Estados Unidos en el mediano plazo. La intervención estadounidense en Medio Oriente evidencia que Israel es el último bastión de Europa y Estados Unidos para mantener la estabilidad energética y económica en la región. Arabia Saudita se perfila como el principal proveedor de combustibles fósiles para Europa, desplazando a Rusia del mercado europeo.
Los países de Medio Oriente deberán adaptarse a la disminución de la demanda de combustibles fósiles por parte de los países desarrollados en las próximas décadas. De lo contrario, enfrentarán cambios políticos frecuentes debido a la presión social por la falta de recursos. Hoy, la sociedad ya no puede permanecer ajena a los cambios globales que se avecinan.
Conclusión
No nos equivoquemos: actualmente no existen guerras bélicas iniciadas por Estados Unidos, sino reacomodos estratégicos energético-económicos. El uso de aranceles y la atracción de inversión extranjera directa buscan obtener los recursos necesarios para mantener la hegemonía e influencia global; siempre que el mercado interno continúe consumiendo y la inflación se mantenga bajo control.
México, por su parte, carece de una visión estratégica para integrarse en la geopolítica energética y comercial global. Sus decisiones se centran en el corto plazo, sin un plan de futuro. Los cambios recientes en leyes, secretarías, empresas estatales y órganos reguladores no están pensados para el largo plazo, sino que responden a necesidades coyunturales. Mientras tanto, otros países ya tienen planes definidos para el futuro inmediato.
LEE TAMBIÉN: ACWA Power apuesta por la energía verde en Uzbekistán