Finalizamos el 2020 con un apagón, conviene hacer un alto y entender a qué se debió, para entonces, emitir una opinión
Ideas con brío
Santiago Barcón
CEO de Baorgg y PQBarcon
Cuando el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) publicó el 29 de abril del 2020, el acuerdo de confiabilidad escribí apoyándolo. En menos de una semana era el paria y traidor del sector privado. Sin embargo, resulta que tenía razón, el 28 de diciembre mostró las consecuencias.
Se dice fácil: 10.3 millones de centros de carga (usuarios) sin servicio; más de un 20% del total. Escribo a menos de 6 horas del apagón que se registró en la Ciudad de México y algunas entidades del país y tras el cual, el servicio fue restaurado, con celeridad en menos de 150 minutos, aunque esto, por supuesto, no evitó que los “pseudoexpertos” se dieran a la tarea de criticar sin tener mucha idea; lo divertido fue la ausencia de argumentos técnicos. Patético. Ojalá los teléfonos celulares diesen descargas eléctricas, benignas por supuesto, por juicios temerarios y sin sustento. De las faltas de ortografía mejor ni lo sugerimos ya que no podrían sujetar su dispositivo móvil. Tener claro lo que sucedió, debido al tipo de evento y que involucra diversas variables, puede tomar varias semanas.
El apagón registrado en el noreste de Estados Unidos, el 14 de agosto del 2003, tardó cerca de tres meses en contar con un informe confiable. Recordemos, para que no nos flagelemos por la falla ocurrida, que varias zonas estuvieron hasta dos semanas sin suministro eléctrico. No quiero ni imaginarme si algo así nos sucediese ahora en México. Les recomiendo la lectura de “Apagón del noreste de Estados Unidos de 2003” que es posible consultar en Wikipedia, pienso que les permitirá medir las consecuencias, si un hecho de tal magnitud aconteciera en México.
Un poco de historia, el 29 de abril del 2020 el Cenace dio a conocer el “acuerdo para garantizar la calidad, continuidad, confiabilidad y seguridad del Sistema Eléctrico Nacional con motivo del reconocimiento de la epidemia por el virus SARS-CoV2, también llamado COVID-19” que indica que en un sistema de baja carga no se cuenta con la inercia eléctrica que permita una operación segura del sistema.
Es muy temprano para saber si la intermitencia de las energías renovables tuvieron algo que ver con la falla; hacerlo sería temerario y poco profesional. Lo que resulta innegable es que el fin de año siempre enfrentamos un periodo donde la demanda disminuye sensiblemente y aunemos a esto la reducción adicional por la pandemia.
Un año tiene 1,892,160,000 ciclos eléctricos por lo que pedir que no se presenten fallas resulta risible, máxime si no se ha dado presupuesto para invertir en transmisión y distribución. Además, una enorme mayoría de los centros de carga permanecen sin cumplir el Código de Red (CR). Todo ello, constituyen las condiciones necesarias para un problema mayúsculo.
El tema es denso, pero los invito a que vean la analogía realizada por PQ Barcón donde se puede observar a un grupo de ciclistas pedaleando una bicicleta. En pocas palabras nos faltaron ciclistas rojos y tuvimos que bajar de la bicicleta a 10.3 millones de ciclistas azules.
Para adentrarse más en el tema, es posible consultar dos videos de unos 20 minutos de duración cada uno, que les dará una buena perspectiva.
Por desgracia estos fenómenos se seguirán presentando y es un problema que tiene varias aristas. Aunque ya hay diversas soluciones para los centros de carga como los sistemas de compensación dinámica de potencia reactiva, es necesario que desde el gobierno se proporcionen los recursos a CFE Transmisión y CFE Distribución para reforzar sus redes o, quizá más difícil, que permitan el apoyo de la Iniciativa Privada (IP). Sirva como guía: Después del apagón del noreste de EU y Canadá se invirtieron trece mil millones de dólares adicionales, un 35% gubernamental y el resto privado.
La CRE debe iniciar a la brevedad las inspecciones de Código de Red (CR): ciclistas azules que no afecten a nuestra bicicleta tándem. No más laxitud.
Los miembros de las energías intermitentes quedarse callados porque dudo mucho que tengan las agallas de cambiar de opinión. Además, cuentan con una legión de incondicionales que rechazan sin razonar todo lo que suene a Comisión Federal de Electricidad (CFE), Cenace o energías convencionales. Aunque quizá sea mucho pedir, evitar teorías conspiratorias: ya dos personas me lo han preguntado ¿No crees que esto tiene la mano de…? Muy triste.
En resumen, todos, sin excepción, tenemos, en menor o mayor grado, responsabilidad en resolver el problema que enfrentamos.
El mes pasado redacté que al sexenio actual se le acaba el tiempo, y si recibió un sistema eléctrico en transmisión y distribución sin inversión pues parece que quieren dejarlo peor. Hay que ver para delante.
Finalizo diciendo que nos salió muy barato, pudo ser bastante peor. Como menciono en el título: no soy profeta, soy ingeniero eléctrico. Solo era cuestión de tiempo para que sucediese.
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