Es necesario preguntarnos qué “falta” opuesto a qué “está mal” para construir un mercado eléctrico que aprovecha sinergias y garantiza el acceso a energía eléctrica competitiva.
Prácticamente, en todos los aspectos que tienen que ver con la marcha del país hay posiciones extremas y discusiones acaloradas respecto a lo que deberían ser las políticas a seguir y las acciones esperadas. Me refiero a extremas porque unas invalidan a las otras; necesariamente las descalifican y hacen que las conversaciones se conviertan en discusiones o -como nos gusta decirlo- en “debates” sobre quién tiene la razón y en los que solo hay siempre perdedores. Se convierten en “soluciones de esquina” que hacen inválida e imposible la coexistencia de cualquier otra alternativa.
La realidad es que estos “debates” no contribuyen en nada a construir acuerdos sobre los cuales se puede establecer una ruta de acción que atiende sobre los puntos en los que hay coincidencia y divergencia. Y si bien uno podría cuestionar cuáles son esos puntos que son sujetos a coincidencia y acuerdo, lo cierto es que se explican más por aquello que “falta” que por aquello que está “mal”. No se trata de señalar lo “malo” sino de ver qué es eso que está faltando y que si estuviera haría una diferencia. Esto permite traer objetividad al asunto y, por lo menos, no previene de invalidar lo que con tino señalan los demás. Deja de tratarse de lo que uno quiere y se empieza a tratar de lo que se requiere.
No dejar caer la empresa productiva el Estado
Y en el caso del mercado eléctrico mexicano esto aplica a la perfección. Tenemos una visión de fortalecer a la empresa productiva del Estado y no dejarla caer, su falta de ingresos y rentabilidad, la intermitencia de las energías renovables, la calidad de las redes y centros de carga, los costos indirectos además del costo de generación, así como las inversiones requeridas para ampliar las redes de transmisión, la pandemia entre muchas otras.
Por otro lado, tenemos las inversiones que ya se han realizado con base en contratos legados, la Reforma Energética en sí misma, la baja calidad de algunas redes que no cumplen con el código de red, la visión de que la industria sigue necesitando apoyos para consolidarse, el impacto en los costos del cambio en las reglas del juego, el considerar que la regulación es traba y no un estándar, entre muchas otras. De todos estos temas podríamos preguntarnos en lugar de que está mal, qué es lo que falta para que las cosas funcionen o funcionen mejor que hasta ahora. Así, pasar del desencuentro a la oportunidad.
Acceso garantizado a una oferta competitiva
La realidad es que las energías fósiles y renovables son complementos y no sustitutos. Y la coexistencia de empresas públicas con empresas privadas debe fortalecer lo que se requiere para contar con un sistema eléctrico anti frágil (o que frente a un factor de estrés se vuelve más fuerte). Requerimos ambos tipos de empresas en un juego que no sea de suma cero (en el que lo que uno gana es lo que otro pierde) sino en el que se aprovechan las sinergias de ambas visiones. Identificar lo que está faltando para co-crear el sistema eléctrico que queremos es fundamental. Es necesario despojarnos de nuestra visión única y ampliar el horizonte para ver qué oportunidades hay y ver qué es lo que falta por legítimamente tomar una posición.
Un país como México cuyo destino estratégico es ser una potencia manufacturera de clase mundial requiere de un acceso garantizado a una oferta competitiva y diversificada de fuentes energéticas. Sin duda, deben convivir en forma inteligente y complementaria tanto empresas públicas como privadas, energías fósiles con renovables y sistemas cada vez más complejos e interconectados. Depende de todos nosotros -y empieza individualmente- crear un sistema eléctrico que funciona para todos.