Escrito por: Opinión, Ramsés Pech

Guerra Comercial: Un Albur Mexicano

Mexico

México debe comprender que, para participar en una guerra comercial —que, sin duda, se avecina—, es fundamental entender sus causas y conocer qué puede aportar el país en este escenario

Ramsés Pech

Grupo Caraiva – León & Pech Architects

¿Qué es una guerra comercial?

Una guerra comercial es un conflicto económico entre dos o más naciones, donde cada país impone barreras arancelarias u otras restricciones comerciales en respuesta a las medidas adoptadas por los otros. Estas acciones buscan, en general, proteger las industrias nacionales de la competencia extranjera o presionar cambios en las políticas comerciales del país contrario. Entre las medidas comunes se incluyen aranceles, cuotas de importación, subsidios y otras acciones proteccionistas.

Reflexión

México debe evaluar su capacidad para mantener a las empresas operando en su territorio: ¿puede reducir los impuestos que estas pagan?, ¿puede ofrecer incentivos a nuevas inversiones?, ¿cuenta con tecnología propia que pueda exportar a otros países?

Causas de una guerra comercial

Las guerras comerciales pueden desencadenarse por diversas razones, entre ellas:

  • Déficit comercial: Cuando un país enfrenta un fuerte déficit comercial con otro, puede imponer aranceles para reducir importaciones y proteger su economía.
  • Prácticas comerciales desleales: Acusaciones de dumping o subsidios a las exportaciones pueden llevar a aplicar aranceles correctivos.
  • Protección de industrias estratégicas: Sectores clave como agricultura, manufactura o tecnología suelen ser motivo de políticas proteccionistas.
  • Consideraciones políticas: Las disputas comerciales pueden ser también instrumentos de presión en temas geopolíticos no directamente relacionados con el comercio.

Reflexiones

México tiene actualmente un superávit comercial con Estados Unidos de 261 mil millones de dólares (2024). Sin embargo, este hecho no ha sido usado como argumento directo en amenazas arancelarias. La verdadera vulnerabilidad está en la concentración: el 82 % de las exportaciones mexicanas tienen como destino ese país.

El reciente episodio arancelario tuvo como trasfondo el contenido del T-MEC respecto al origen de los productos. La administración estadounidense conoce bien los términos del acuerdo, y aplicar aranceles podría desencadenar controversias que México estaría en condiciones de ganar. No obstante, en 2026 podría modificarse el tratado o incluso dejarse de lado para dar paso a acuerdos bilaterales. Recordemos que México, en muchos casos, solo ensambla tecnología de su socio comercial.

Del total exportado a Estados Unidos, el 65 % corresponde a los sectores eléctrico y de transporte; solo el 4 % es agrícola. La permanencia de las empresas depende de la voluntad de las marcas y de la narrativa de mercado que Estados Unidos utilice en su estrategia de “onshoring”.

México está geográficamente cerca del mercado más importante del mundo. No obstante, puede ser sustituido por otros países si así lo deciden las empresas.

Consecuencias de una guerra comercial

Los efectos de una guerra comercial pueden ser profundos, tanto en el corto como en el largo plazo:

  • Impacto económico: Las barreras comerciales elevan los costos de los bienes importados, lo que incrementa los precios para los consumidores y reduce el consumo. También se afectan las exportaciones y las empresas que dependen del comercio internacional.
  • Disrupción de cadenas de suministro: Las restricciones dificultan el acceso a insumos clave para la producción, reduciendo la eficiencia y provocando pérdidas de empleo.
  • Inflación: Los aranceles incrementan los precios y disminuyen el poder adquisitivo.
  • Relaciones internacionales deterioradas: Las tensiones comerciales pueden escalar a conflictos políticos y generar inestabilidad global.
  • Incertidumbre en el mercado: Las disputas comerciales generan desconfianza, reducen la inversión y frenan el crecimiento económico.
  • Efectos a largo plazo: Las guerras comerciales pueden transformar el mapa del comercio internacional, forzando a los países a diversificar mercados y replantear sus alianzas.

Reflexiones

Las exportaciones de Estados Unidos a México son más diversificadas. Un 36 % va al sector eléctrico y transporte, mientras que el 30 % corresponde a plásticos, minerales y siderurgia. México, en cambio, es altamente dependiente de su vecino del norte en gas natural y combustibles. Incluso podrían imponerse gravámenes a las remesas, consideradas una fuga diaria de capital.

Estados Unidos busca reducir su dependencia tecnológica de China. México, por su parte, enfrenta una desventaja comercial con ese país: en 2024 el déficit superó los 120 mil millones de dólares. Solo el 2 % de nuestras exportaciones van a China, mientras que importamos un 20 %, una tendencia creciente que podría endurecer aún más los criterios del T-MEC sobre el origen de productos.

La inversión extranjera directa nueva en México, aquella que realmente genera empleos, impuestos y flujo económico, es en 2024 la más baja en los últimos 18 años. Esto compromete el crecimiento económico y el Producto Interno Bruto (PIB), sobre todo si las empresas reducen su producción o deciden salir del país. México ensambla, pero no desarrolla tecnología propia.

En la manufactura mexicana trabajan alrededor de 9.7 millones de personas, con un salario promedio de 3.7 dólares por hora. En Estados Unidos, el salario medio en el sector es de 28 dólares, con aproximadamente 40 millones de personas empleadas. Para mantener su competitividad, EU propone reducir el impuesto empresarial del 21 % al 18 %, eximir de impuestos las horas extra y ofrecer deducciones del 100 % a nuevas inversiones.

El objetivo es claro: aumentar la recaudación fiscal mediante el empleo formal, reducir el déficit presupuestal y frenar el endeudamiento, como señaló el presidente Trump ante el Congreso.

Al mismo tiempo, se busca atraer mayor inversión extranjera directa y repatriar ganancias hacia las matrices, incrementando así la capacidad operativa de los negocios y disminuyendo los riesgos derivados de conflictos arancelarios o eventuales cambios en el T-MEC.

Conclusión

Las guerras comerciales son fenómenos complejos con múltiples repercusiones económicas y políticas. Si bien pueden usarse para proteger industrias nacionales o presionar a otros países, los efectos negativos suelen superar los beneficios aparentes.

México debe revisar con seriedad sus herramientas para mantener su atractivo como destino de inversión: incentivos fiscales, reducción de impuestos o exportación de tecnología propia. Pero la realidad impone límites. Con un elevado déficit presupuestal, el país no está en condiciones de ofrecer estímulos contundentes. Dependemos, en gran medida, de que las empresas se sientan cómodas en México y decidan no cambiar sus planes de inversión o producción.

La única forma realista de enfrentar una guerra comercial sería ceder en cuestiones extracomericales, ajenas al PIB, como parte de negociaciones estratégicas más amplias.

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