Escrito por: Opinión, Pablo López Sarabia

Coronavirus COVID19: el “cisne negro” para la economía mundial y la OPEP+


Dr. Pablo López Sarabia
Profesor-Investigador de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe
La nueva cepa de coronavirus COVID19 detectada en la ciudad china de Wuhan, ya ha pasado factura a la segunda economía del mundo y a los mercados financieros internacionales. En los dos primeros meses, los impactos del brote han mermado la cadena de suministros a nivel global, reducido los precios de materias primas como el petróleo y colapsado el flujo de comercio. La respuesta de corto plazo serán políticas monetarias más acomodaticias en un entorno de debilidad fiscal.
En el corto plazo, la economía China tendrá una desaceleración económica significativa; aunque los efectos de largo plazo son inciertos. Los primeros análisis sobre el impacto que tendrá el COVID19 en el crecimiento económico del gigante asiático para el 2020, muestran una gran dispersión, las proyecciones publicadas lo ubican en un rango de 3% a 5% que contrastan con el 6.1% registrado en 2019, reflejando la incertidumbre sobre la tasa de contagios y mortalidad del nuevo virus. No se descarta que, de contenerse rápidamente el brote, se pueda regresar a la senda de expansión. La realidad es que el consenso de analistas consultados por Bloomberg, cifras al 20 de febrero; aún proyectan un crecimiento de 5.8% para todo el año, situación que podría cambiar a medida que se tenga más información sobre el comportamiento del virus. No olvidemos que, en la última década, la economía China transitó de un modelo concentrado en las exportaciones; a uno, donde la demanda interna es el motor del crecimiento económico (clases medias ascendentes que impulsan el consumo y empresas del gobierno invirtiendo de manera significativa en infraestructura).
Los impactos claros del COVID19 se encuentran en sectores de tecnología, autopartes y energía; afectando las cadenas de suministro global.  Durante muchos años se ha considerado a China como la fábrica del mundo, particularmente en la producción manufacturera; por lo que no sorprende que sea uno de los principales consumidores de materias primas y petróleo. La estrategia emprendida por el gobierno chino para contener el brote del nuevo virus, ha implicado restricciones a la movilidad de sus ciudadanos que ha impactado la producción, siendo un claro choque de oferta que afectará en el corto plazo: la producción, el crecimiento, la inflación y el balance fiscal. La integración de China a las cadenas de suministro global se aceleró tras su incorporación a la Organización Mundial de Comercio, sectores de tecnología, autopartes y energía se destacan. Por lo anterior, las empresas globales que participan en estos sectores han registrado una caída en el precio de sus acciones de 10.5% en promedio, desde el inicio del brote y hasta el 20 de febrero con base en la información disponible.
Los esfuerzos de la OPEP+ por estabilizar los precios del petróleo en los últimos años, podrían descarrilar ante el brote del COVID19. En diciembre del año pasado, la OPEP y Rusia acordaron recortar 1.7 millones barriles diarios a la producción hasta el primer trimestre del 2020, a fin de estabilizar los precios del petróleo. Sin embargo, el brote del COVID19 ha provocado una caída en el precio de referencia del crudo Brent de 9.4% en lo que val año; así como de las gasolinas (-2.7%) y gas natural (-12.4%). La elevada producción de crudo de esquisto de EUA sigue siendo un factor a la baja en el precio del crudo, mientras que Arabia Saudita y Rusia tienen poco espacio fiscal para realizar recortes más agresivos a la producción de petróleo. En este entorno, se espera que México mantenga sus coberturas petroleras para 2021; aunque, el costo financiero podría ser considerable y con un precio de ejercicio inferior a los 49 dólares por barril negociados para el 2020.
La incertidumbre asociada al COVID19 ha incrementado la volatilidad en los mercados financieros, depreciado monedas de economías emergentes y generado una aversión al riesgo. Las cifras al 20 de febrero, muestran que la volatilidad accionaria medida por el VIX aumentó 13% en lo que va del año; mientras que el dólar se ha fortalecido 3.6% implicando un riesgo para las economías emergentes con alta exposición a China como Brasil. La incertidumbre sobre el comportamiento del COVID19 ha provocado un incremento en la búsqueda de activos refugio como el oro (alza de 6.8%YTD) y los bonos del Tesoro de EUA (una reducción de 40pb el bono a plazo de 10 años). La nueva directora del FMI ha señalado que podrían requerirse acciones coordinadas de los bancos centrales para responder a los riesgos del COVID19. Por lo pronto, el banco central chino ya ha tomado las primeras acciones de relajamiento monetario para fijar un piso al consumo y la inversión.
Por Dr. Pablo López Sarabia
Profesor-Investigador de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe.  E-mail: plsarabia@tec.mx

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