Escrito por: Opinión, Santiago Barcón Palomar

Más de 6,000 preguntas en CONAMER y un poco más de 8,500 planes de trabajo: hablamos del Código de Red


Santiago Barcón Es ingeniero eléctrico. Coautor del libro Calidad de la Energía publicado por McGraw Hill Director General de Baorgg y especialista en Código de Red.

De muy lento arranque fue, para los Centros de Carga, la regulación que garantiza un piso parejo a todos los que estamos conectados al Sistema Eléctrico Nacional. Un avance que apoya a todos, pero en particular a CFE

Haciendo un poco de memoria el Código de Red (CR) se publicó, en el DOF, el 8 de abril del 2016 y contiene los criterios de eficiencia, calidad, confiabilidad, continuidad, seguridad y sustentabilidad del Sistema Eléctrico Nacional (SEN). Fue de aplicación inmediata para todos los participantes con excepción de los Centros de Carga (CC) a los que se les confirió 3 años, mismos que finalizaron hace 6 meses.

El despegar fue muy lento e inclusive lo comparo con las fases del modelo de Kübler-Ross mejor conocido como las etapas del duelo. Adaptaré éstas al CR.

Primera etapa: Negación. Esto no me puede estar pasando a mí o esto no me aplicará: “es para otros CC”. Asumió fases de “yo no adquiero la energía a CFE”, “Las leyes no son retroactivas” o el clásico “Seguro la van a cancelar”.

La siguiente etapa, la ira: ¡Que injusticia! ¡Otra nueva regulación! ¡Que primero dé CFE servicio de calidad! ¡Seguro una maniobra para sacar más dinero con las multas! ¿Por qué antes no lo exigían?

Pasó luego a la tercera, la negociación. Esta ya implica una aceptación de la realidad, pero intenta obtener más tiempo: “Si nos dieran otros 3 años”, “Es complicado el hacerlo, comprendan que hay otros asuntos” y todas sus variables.

La penúltima, la etapa de depresión: “De donde voy a sacar el dinero, mejor ni intentarlo”, “Ni para qué iniciar, no llegaré a tiempo” entre decenas de otras.

Finalmente, la aceptación. Aquí ya se enfrenta a la realidad, y el caso del CR, donde se inicia la toma de acciones para su implementación. Buscar consultores, aprender del tema, conversar con colegas, tomar cursos y decenas de acciones similares.

Añadiría que, para nuestro caso del CR, de la aceptación se pasa –si es que está en manos de un buen asesor– a el entusiasmo: se abraza el concepto.

La razón de este último concepto es simple: un buen estudio de CR pone ante el espejo al CC y se percata de todas las deficiencias que tiene en sus instalaciones. Décadas de vivir con un monopolio causan estragos, a ambas partes. Bromeo, en los cursos que imparto sobre CR, que sobreviví en mi primer trabajo gracias a que todas las fallas graves eran de Luz y Fuerza. Por supuesto funciona pero al pedir presupuesto para mejorar las instalaciones la respuesta es, obviamente, “para qué si todo es problema de LyF”; siempre olvidamos que la gran mayoría de las fallas son internas.

Los CC al ver el estudio enfrentan que varios de sus interruptores no tienen la capacidad requerida, poniendo en riesgo al personal y a las instalaciones. También fallas de calidad de energía que reducen la vida de sus equipos y, de nuevo, pueden causar un incendio. Sirva recordar que el 80% de los incendios son causados por cortos circuitos.

Varios han dicho: “aún si se derogara (el CR) nosotros lo implementaríamos” Sólo un inconsciente puede seguir negando la realidad o pensando que “esto no me afecta a mí”. Por desgracia hay varios. Recientemente en una de las grandes cadenas de autoservicios, que por razones obvias no divulgaré, la plática sobre la implementación se desvió a un análisis financiero de que si era más barato pagar las multas que implementar el CR. En lugar de criticar y comentar que me parecía kafkiano, propuse evaluar el costo de no dar arneses a los operadores contra el aumento de la prima del IMSS, donde quizá también sería rentable. O el no contar con extinguidores. Comprendieron el mensaje de inmediato. Lo más triste resultaba que el negocio en cuestión ha sido galardonado como Empresa Socialmente Responsable. Afortunadamente los casos anteriores son los menos, pero siguen existiendo.

A pesar de que ya inició el proceso, recordemos que hay más de 1,950,000 CC en media y alta tensión. Cierto, una enorme mayoría, digamos un 80 %, son muy pequeños pero las tarifas eléctricas en México incentivaron a que estos CC se fuesen a media tensión (MT) buscando ahorros. Sólo había que pagar la instalación, poner su transformador y listo: recuperación de la inversión en menos de dos años. Para un extranjero esto es una locura ya que el riesgo al instalar MT, sin personal capacitado, resulta una invitación a la electrocución.  

Aún con todo el proceso de implementación ya arrancó y el tema del CR, aunque para algunos sigue fuera del radar, ya forma parte del argot de los CC, y, por desgracia, de decenas de oportunistas que intentan hacer su agosto. Mi filosofía es que cucarachas siempre han existido y siempre las tendremos.

De los más de 8,500 planes de trabajo sin duda habrá una cantidad importante que sólo presentaron la carta y aún no inician. Aún así es un gran avance.

Quizá más importante es que en la revisión del CR, que cerró consulta pública el 5 de noviembre pasado, recibieron más de 6,000 comentarios. En la anterior fueron unos 1,000 lo que da una idea de la involucración de todas las partes.

Muchos se han preocupado por esta revisión. Les recomiendo que lean la sección B.1 a donde indica claramente que se tiene que efectuar este procedimiento de forma anual durante los primeros 5 años. Ante la preocupación de algunos que si no estarán tirando el dinero por los cambios los invito a que hagan lo mismo con el SAT. Pero sin duda esto tenía que ocurrir, son los procesos de arranque de cualquier normatividad.

El CR va bien y los beneficios, que no se ven aún, no tardan en llegar.

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