Escrito por: Opinión

Las guerras de desgaste y las victorias pírricas (Parte I)


Una guerra de desgaste no muestra ningún impacto significativo para ningún bando y cualquier avance sobre el terreno del otro tiene un costo muy elevado, mientras que una victoria pírrica ocurre cuando en una batalla la victoria es tan costosa que el vencedor queda en peor condición que antes de empezar dicha batalla.
“Otra victoria como ésta, estamos perdidos”.
Pirro.
Ante la amenaza de guerras comerciales potenciales, la incertidumbre provocada por el Brexit, las políticas antimigratorias y la polarización de las sociedades, vale la pena analizar los conceptos de guerras de desgaste (Attrition Wars) y victorias pírricas. Una guerra de desgaste no muestra ningún avance significativo de ningún bando y cualquier avance tiene un costo muy elevado, mientras que una victoria pírrica ocurre cuando en una batalla, la victoria es tan costosa que el vencedor queda peor que antes de empezar dicha batalla.
El origen del término proviene de un personaje del siglo III a.C., Pirro, el rey de los Epirotas al oeste de Grecia, quien acudió con su ejército a apoyar a los ciudadanos de Tarento, una colonia griega del sur de la península itálica, para frenar el expansionismo de Roma. Pirro fue acompañado por un ejército de 25,000 soldados para combatir al ejército romano que contaba con 35,000 hombres. Los epirotas derrotaron a los romanos causando 7,000 pérdidas, pero perdieron 4,000 soldados. Cuando uno de sus subalternos lo felicitó por la victoria, Pirro acuñó la frase que se menciona en la apertura de este texto. De ahí surge el término victoria pírrica.
A principios del siglo XIX uno de los mejores estrategas militares de la historia, Napoleón Bonaparte, cometió graves errores en su avance hacia Moscú. En su libro La Guerra y la Paz, Tolstói describió a detalle la Batalla de Borodinó. En septiembre de 1812, las tropas francesas, después de avanzar alrededor de 1,000 kilómetros en territorio ruso, se enfrentaron a un ejército de 120,000 soldados. Los rusos que habían detenido su retirada contaban con 27 piezas de artillería colocadas estratégicamente en una colina. Mas de 250,000 combatientes lucharon en esa batalla, donde cada hora morían aproximadamente 2,500 soldados. Mas de 60,000 soldados rusos murieron. Aun cuando Napoleón ganó esa batalla, lo que le permitió posteriormente invadir Moscú, la Batalla de Borodinó es considerada como una victoria pírrica, ya que la pérdida de 43 generales, 110 coroneles y más de 30,000 soldados franceses tuvo un costo tan elevado, que Napoleón tuvo que retirarse de Rusia en las siguientes semanas. Del medio millón de soldados franceses que entraron a Rusia, sólo regresaron 10,000.
Un siglo después, durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), miles de soldados perdieron la vida por ganar unos cuantos metros de territorio enemigo en la Guerra de Trincheras. La Batalla de Somme en julio de 1916 es un gran ejemplo, donde la infantería británica y la infantería francesa se lanzaron contra las líneas alemanas que estaban muy bien atrincheradas. Los tanques británicos, que por primera vez fueron utilizados en septiembre de ese año, no funcionaron adecuadamente, quedándose varados en el terreno lodoso. Los alemanes perdieron 500,000 soldados, mientras que los británicos tuvieron 420,000 bajas y los franceses 200,000, todo esto a cambio de un avance de los franco-británicos de sólo 12 kilómetros. Dos años después, Alemania lanzó su última ofensiva, buscando romper el punto muerto de la Guerra de Trincheras, ya que ante la falta de recursos y combustible, estaba perdiendo la guerra. La ironía es que el gran desgaste sufrido durante esta ofensiva fue la causa final del colapso del ejército alemán en agosto de 1918.
Las guerras de desgaste y las victorias pírricas no sólo son de tipo militar. En la Unión Soviética, durante el régimen de Stalin, la lucha del Estado Soviético contra los pequeños propietarios agrícolas es un ejemplo claro de ello. Después de la Revolución Rusa y la Guerra Civil, Lenin decidió expropiar la tierra a los nobles y los grandes terratenientes y apropiarse de las fábricas de los empresarios. Sin embargo, la incompetencia del nuevo régimen causó la caída en la producción, de tal manera que el hambre se expandió por todo el territorio soviético. En marzo de 1921, Lenin inició la Nueva Política Económica (NEP), en la que recurría a los mecanismos de mercado, reintegrando una buena parte de la propiedad agrícola a manos privadas. La privatización hizo que surgieran pequeños propietarios de tierras llamados kulaks. La NEP sobrevivió durante cuatro años al fallecimiento de Lenin, hasta que Stalin aplicó, en 1929, la política de colectivización. Esta política provocó un enfrentamiento con los kulaks, que fueron acusados por las autoridades soviéticas de retención ilegal y especulación con los alimentos. El gobierno estalinista tuvo la mala idea de confiscar los productos agrícolas, lo que provocó una serie de revueltas que fueron abatidas cruelmente. La hambruna en Ucrania (región conocida en ese entonces como el granero de Rusia) desembocó en actos de canibalismo durante el periodo 1933-1934. Se estima que murieron más de 5 millones de personas. La derrota de los kulaks resultó ser una victoria pírrica para la Unión Soviética.
En los siguientes años, Stalin fue acomodando sus fichas, encarcelando y ejecutando a sus antiguos colegas, incluyendo a gente muy cercana a Lenin, como Zinoviev y Kamenev, a su favorito Kirov, a quien no le perdonó haberle “robado los reflectores” y por supuesto a Trotsky, su gran rival desde los 20, quien fue desterrado y años después asesinado. Stalin también desencadenó una serie de purgas contra los altos mandos militares, encabezados por el mariscal Tuchajevsky. La Unión Soviética perdió a sus estrategas militares y no estuvo lista para enfrentar a Alemania en junio de 1941, cuando Hitler desconoció el Pacto Molotov-Ribbentrop e invadió la Unión Soviética (Operación Barbarroja) durante la Segunda Guerra Mundial. Las Purgas Stalinistas son otro ejemplo de una victoria pírrica sobre los “oponentes” de Stalin.
La Operación Barbarroja inició después de una serie de exitosas campañas del ejército alemán contra Polonia en 1939 y contra Francia y los Países Bajos en 1940. El objetivo alemán era apropiarse de la producción agrícola y de los pozos petroleros rusos, ante la escasez de recursos naturales que enfrentaba. El avance alemán parecía imparable, en unos cuantos días Minsk, la capital de Bielorrusia cayó. La ciudad de Kiev, capital de Ucrania, fue sitiada y conquistada tres meses después. Más de medio millón de soldados soviéticos fueron capturados. En noviembre de 1941, el ejército alemán llegó a 30 kilómetros de Moscú y se acercaba rápidamente a los pozos petroleros de la región del Cáucaso. El triunfo sobre los soviéticos parecía asegurado. Sin embargo, la realidad era diferente; la cadena de suministro alemán ante un avance tan rápido falló, la apuesta de obtener suficiente trigo de la Unión Soviética para que el ejército alemán se autoabasteciera y mejorara la alimentación de la población alemana, fracasó ante la destrucción de los campos agrícolas provocada por los soviéticos en su retirada. Alemania enfrentaba un déficit alimentario de 2.5 millones de toneladas al año, teniendo que reducir el consumo calórico de su población. Por otro lado, la moral de los soldados alemanes, ante la lluvia, el frío y la falta de abrigo, estaba por los suelos.
En la primavera de 1942, la estrategia alemana cambió, desviando fuerzas hacia el sur con el objeto de apoderarse de los pozos petroleros de Bakú, Grozny y Maikop en el Cáucaso. La decisión de atacar Stalingrado fue un grave error, ya que en noviembre de 1942 una gran contraofensiva soviética rodeó a 250,000 soldados del 6o Ejército Alemán. La derrota alemana en Stalingrado confirmó lo que muchos expertos militares sospechaban; las fuerzas alemanas no eran lo suficientemente poderosas en logística de abastecimiento como para mantener una ofensiva en un frente que se extendía desde el Mar Negro hasta el Océano Ártico. Esta derrota significó un punto de inflexión en los resultados finales de la guerra. La invasión alemana a la Unión Soviética tuvo un desenlace similar al de la invasión de Napoleón a Rusia ocurrida 130 años antes. El exitoso avance inicial del ejército alemán en Rusia fue también una victoria pírrica.
En la segunda parte de este artículo describiré otras victorias pírricas y guerras de desgaste ocurridas durante el siglo XX, como la caída del Imperio Británico después de la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Vietnam. También analizaré eventos más recientes, como el Brexit. Terminaré esta entrega con una frase de Verjovsky y Phillips en su libro Outmaneuver: “Ganar es un triunfo, sólo si el costo es aceptable”.
*El autor es director general de Banca Privada y Mercados de Grupo Financiero Monex. Sus opiniones son estrictamente personales y reflejan su interés en aprender de la historia.
Material publicado en el periódico El Economista

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